El ciclista Michael Rodgers tenía 23 años cuando participó del Tour Down Under de 2002, en su Australia natal. Buscaba en aquella competencia el primer título grande de su vida. Durante la cuarta etapa de la carrera, en la que se encontraba a tan solo un segundo del líder de la tabla general, su bicicleta sufrió un desperfecto que le imposibilitaba seguirle el ritmo al pelotón. El auto del equipo con los repuestos no llegaba, y cada segundo lo alejaba del campeonato. Al darse cuenta que en esas condiciones no podía continuar tiró su bici al suelo con resignación, para inmediatamente después recibir una ayuda inesperada; un espectador, llamado Adam Pyke, se acercó con el mismo modelo que tenía Rodgers (una Colgano C40), y se la dió para que continuara con ella. No solo era el mismo modelo, sino que también tenía los mismos componentes que requieren estas bicis para engancharse con las zapatillas del ciclista, ya que de no ser así no podría haberla utilizado. Gracias a esto Michael remontó la etapa hasta llegar en el segundo puesto de la misma, a solo unos segundos del primero, y quedó primero en la tabla general.
Cuando terminó la carrera Michael fue a buscar a su salvador, y se encontraron en un abrazo. Al recibir de nuevo la bici, Adam juró que nunca más la lavaría ni la volvería a usar.
Después del Tour Down Under ganó varios títulos más, incluídos entre ellos un bronce olímpico y tres campeonatos mundiales consecutivos contrarreloj. El primero de ellos, en 2003, lo ganó por la descalificación por dopaje del ganador de ese año, David Millar.
Jesse Owens, el legendario atleta afroamericano consiguió cuatro medallas de oro (100 y 200 metros, salto en largo y los relevos 4×100) en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, marcados por ser una muestra de la propaganda nazi. Owens también recibió una ayuda sorpresiva para alcanzar una de dichas preseas, la de salto en largo. Después de realizar dos saltos nulos, Jesse se encontraba a punto de quedar descalificado, fue entonces que el alemán Luz Long, uno de los atletas favoritos de Hitler, se acercó al competidor estadounidense para darle consejos para su próximo salto. De esta manera Owens clasificó a la final en la que le ganaría el oro justamente a Long, que se quedaría con la presea de plata. Después del salto con el que fue superado, Long corrió para abrazar a quien acababa de superarlo en un estadio marcado por la presencia de referentes nazis, que tomaron dicho gesto como una provocación.
Long se había salvado de participar en la Segunda Guerra Mundial gracias a su carrera deportiva, pero después del abrazo con Owens y las sucesivas derrotas del ejército alemán fue destinado a combatir en Sicilia, en la operación Husky. Los años posteriores a los Juegos, Owens y Long mantuvieron su amistad, intercambiaron cartas durante mucho tiempo, y en la última de ellas Luz Long le pidió a su colega que fuera a visitar a su hijo y le contara acerca de su amistad, de lo que había pasado en los juegos de Berlín, y “qué tiempos eran cuando no estábamos separados por la guerra, cómo las cosas pueden ser entre los hombres en esta tierra”. Temía no poder hacerlo él por la guerra. Efectivamente, Long moriría un 6 de marzo de 1944, antes de que sus hijos Kai-Heinrich y Wolfgang cumplieran dos y un año respectivamente. Owens cumpliría con lo que le pidió su amigo, e incluso fue tiempo después el padrino en el casamiento de Kai-Heinrich Long. Cuando viajó para conocer a la familia Long después de la guerra Jesse Owens declaró: “Se podrían fundir todas las medallas y copas que gané, y no valdrían nada frente a la amistad de 24 quilates que hice con Luz Long en aquel momento.”