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  • Juan Pablo Trombetta

Acá, vivimos sin prisa

Allá por el lejano 1986 del pasado siglo, cuando Mc. Donald”s abrió un local en Roma, el periodista y sociólogo Carlo Pertini inició una campaña en su contra logrando cerrar el local para devolverle la tranquilidad a muchos sensibles romanos que lo sintieron como una intromisión a su tradiciones culturales. Apasionado por el éxito, Pertini resolvió crear un movimiento en su natal Bra, una pequeña localidad de 28.000 habitantes, nominándolo slow food (comida lenta) en contraposición a las cadenas de fast-food (comida rápida) incentivado a una mejor calidad de vida basada en el gusto por la buena comida. En una Italia tan constitutivamente fundada en el buen comer y vivir, la movida se extendió rápidamente a otras ciudades y posteriormente por el resto del mundo. Pero el movimiento en su propia sinergia se desbordó al resto de actividades cotidianas. Bra fue la pionera en autoproclamarse por decreto como la primera Slow City (ciudad lenta), hasta en un gesto simbólico se retrasó 30 minutos el reloj de la iglesia demostrando que lo menos importante era el tiempo, sino el disfrutar de una ciudad amable, conservar las culturas locales y promover una vida menos frenética y de mejor calidad. Su alcalde prohibió abrir los almacenes jueves y domingo y transitar por el centro en automóvil, resultando un crecimiento del 15% en ventas comerciales y la tasa de desempleo bajó a un 5 %, la mitad de la media italiana en ese momento.

El concepto de ciudad lenta nos debe llevar a una filosofía aún más global, la de la vida lenta (Slow Life), que en nuestra traducción y elaboración desembocó en este concepto muy prolijo y ordenado que hemos conservado y defendido en todas las acciones que nuestra comunidad ha desarrollado. El “vivir sin prisa” no debe ser entendido como una simple marca turística ni una consigna de marketing convocante, ante todo, es un concepto fundante trabajado e internalizado por su comunidad a través del tiempo, logrando darle una identidad única a un destino residencial que promueve un desarrollo sustentable y sostenible a partir de la actividad turística. Una aldea costera donde bosque, duna y playa se funden en una sola y maravillosa imagen que invita a transitar y disfrutar de lo natural.

Mientras que la vida en algunas ciudades se sustentan en un aumento desenfrenado en la velocidad de desplazamiento, un desarrollo productivo a ultranza, la prolongación de las jornadas laborales con nuevas modalidades como el teletrabajo, una industrialización extractiva contaminante y una cada vez más desigual concentración corporativa; nuestra comunidad propone natural y armoniosamente sentarse a esperar a que las ciudades regresen a nuestra velocidad, y en él mientras tanto, paladear una buena comida preparada con cariño con productos de nuestra región, disfrutar de una enriquecedora conversación con amigos o vecinos, caminar por el bosque y la playa absorbiendo su aire puro, escuchar la música de los trinos de las muchísima aves que coexisten en un afinado equilibrio y sorprendernos ante cada curva con paisajes que mutan de color y sombras durante todo el año. No pretendemos parar el reloj ni rechazamos con fundamentalismos los milagros tecnológicos y científicos, nuestra comunidad y las Instituciones que la representan, han venido trabajando mancomunadamente y con mucho esfuerzo para que en Mar de las Pampas el “vivir sin prisa” sea una realidad concreta y práctica.

Es importante que nuestros visitantes entiendan este concepto y modo de vida, repetido y diseminado en varias cartelerías por nuestra aldea, no solo para practicarlo durante la estadía y que pase a formar parte de un extravagante recuerdo de vacaciones, sino cuanto mejor sería lograr su amplia difusión y concientización para replicarlas en otras experiencias en donde el transcurrir de la vida cotidiana sea más lenta, menos frenética, pero sin lugar a dudas duda más humana, ecológica y solidaria ante las generaciones presentes y futuras.

Por la Sociedad de Fomento de Mar de las Pampas.

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