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Ajustando pequeñeces (y otras cosas más grandes) para un mejor modo de vida

Por Diego Martín Battista


Siempre intento, en un esfuerzo por pensar mejores alternativas que brinden a la sociedad una mejor estadía y futuro, esbozar problemáticas –y posibles soluciones- actuales que no necesariamente requieran modificaciones drásticas. ¿Por qué no modificaciones drásticas? Porque seguramente ellas impliquen una decisión, esfuerzo y posibilidad para la cual no estemos preparados aún, tanto en la teoría como en la práctica. Ya me iré explayando y explicaré este comienzo y dilema.

La temática sobre la que escribo hoy es la utilización de energías alternativas, no convencionales, tratando de reemplazar las conocidas como “no renovables” por las “renovables”. “limpias”, “sustentables”. Y todo eso en el contexto de poder generar una vida más sustentable, una producción menos invasiva sobre el medio que habitamos, una menor generación de problemáticas ambientales y de limitar consecuencias nocivas para la sociedad, el entorno y los mismos recursos que utilizamos hoy en día y que necesitaremos también en un futuro cercano y lejano.

Tal vez se pregunten: ¿esto de lo que hablo tiene que ver con el “cambio climático”? Sí, sin dudas. Pero aquí es cuando retomo aquello del inicio. Nosotros, como individuos particulares de esta sociedad, y habitantes de localidades (sumo a todo el partido de Villa Gesell) chicas/medianas sin tanta influencia sobre el modo de producir ni de “emanar” grandes cantidades de gases de efecto invernadero, no podemos detener por sí solos el cambio climático. Pero, sin embargo, la sumatoria de nuestras acciones, que sumadas a las de otras acciones de miles y millones de otras personas y localidades, podrán generar efectos físicos, químicos, ambientales y sociales que terminarán efectuando cambios cada vez más notables y repercutirán primero localmente y, luego, de manera más generalizada.

Para no dejar pasar la oportunidad, creo que sería genial que cualquiera de nosotros/as pudiese decidir dejar de usar automóviles a base de combustibles fósiles y pasar a motores eléctricos, pero ésta sería una modificación drástica que no podemos tomar por una cuestión tecnológica, política, cultural, social y económica que nos excede. Y lo mismo para muchas otras actividades que hoy requieren de esa energía convencional no renovable. Pero sí podemos intentar minimizar su uso en ciertas cuestiones, y, a la vez, presionar a esas grandes productores y tomadores de decisión globales a que efectúen esa masiva iniciativa que sólo ellos pueden tomar.

Aquí es donde mencionaré actividades y decisiones que, creo, sí podemos tomar como individuos particulares y que podrán sumar hacia ese cambio necesario.

Si bien la reconversión, o el traspaso, de automóviles o vehículos con energías renovables es compleja, dentro de las posibilidades de distancia y entorno, podría fomentarse la utilización de bicicletas o inclusive otro tipo de vehículos de menor porte que sean eléctricos, incluyendo las motocicletas, las cuales hoy en día es más fácil de conseguir. También monopatines, en el caso de los sectores en los cuales sea posible transitar con ellos.

También existen otras alternativas de optimización social de energía, en las cuales se compartan los vehículos, autos particulares específicamente, evitando que dos o tres personas utilicen el doble o triple de recursos (viajando solos en sus autos), pudiendo coordinar los viajes y evitar derroches. Personas que vivan cerca pueden coordinar y utilizar el mismo auto para viajar. Algo muy simple, pero que podría en la suma de viajes al mes, evitar y disminuir considerablemente el uso de recursos ambientales y la economía familiar. Parece una pavada, pero termina sumando.

Ahora en el terreno de las viviendas, las acciones pueden empezar a hacerse más visibles y tangibles. La incorporación de paneles solares es una práctica que podría reemplazar algunos usos y funciones dominadas por la electricidad habitual. No olvidemos que la electricidad habitual tiene un gran componente de combustibles fósiles en su generación y mantenimiento. Si bien para la construcción y colocación de los paneles también existe ello, será sólo por única vez (y algún que otro mantenimiento espaciado que luego deberemos reemplazar).

Los paneles solares incluso pueden ser utilizados para calentar agua. Si bien es probable que la utilización de los paneles no genere la totalidad de energía eléctrica que utilizamos hoy en día, pueden convertirse en un complemento cada vez mayor que se reditúe no sólo ambiental y emocionalmente, sino también de manera económica.

Y, por último, también pensar en que la recolección de agua de lluvia puede ser una muy buena opción para utilizarse en riego o en ciertas tareas que no necesiten de la potabilización de la misma.

Todas estas acciones, y muchas otras, sumadas a las ya conocidas de “buenos usos y costumbres”, de “no derroche”, reciclado y reutilización, inclusive de otras menos nombradas, pero igual de importantes, como el compostaje y la reutilización de aceite vegetal usado, son las que posibilitarán alternativas más viables y sustentables en el tiempo.

Podemos modificar nuestra parte e impulsar a quienes tengan que llevar adelante los cambios más grandes, para que esa nueva forma de vida, producción y utilización nos posibilite una mejor y más duradera “estadía” para nosotros, el ambiente y los recursos. Simplemente, hay que animarse a empezar.


Licenciado en Geografía UBA


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