Te veo caminando por la orilla del mar. En bermudas, remera lisa y las ojotas en la mano. Siempre liviano. Solo ojotas en la mano. Llegás. Te sentás en alguna sombra robada. Me pedís que te arme un cigarro. Fumás como si nadie te viera.
No conocí persona que respete tan poco sus cuidados y todes seamos cómplices de eso con tanta alegría. Era lindo verte fumar y bajonear algo rápido por ahí. Me pregunto qué fue lo que hacías para encontrar con naturalidad un punto en común con cualquiera de nosotres. Te gustaba estar con las mujeres, o esa fantasía me arme. Te gustaba estar entre les más jóvenes, sobre todo si eso te hacía pasar más tiempo con Matu. Escuchar de que hablábamos, tantear las temáticas para no quedar afuera y meter algún «chiques» por ahí.
Te veo caminando hacia el mar. Nadás medio torpe. Pasamos la rompiente. Decís que estás fuera de estado. Haces la plancha. No hacés nada. La plancha. Nada. De repente me hablás del orden de tu casa y del amor. Que no siempre van de la mano.
Te veo caminando por la orilla del mar. Te veo caminando por la orilla del mar. Te recuerdo caminando por la orilla del mar.