Con las lagañas restregándose en sus ojos y sus pelos discutiendo entre ellos, él pasa por la vereda de casa, rutina de cada mañana. A los pocos minutos, vuelve en sentido contrario y como tantas otras veces, lo acompaño, casi sin decirnos nada. Además, así aliviano algo su carga. Una bolsa de 1 kilo y medio de miñones cada uno. Caminamos por Saénz Peña para el lado de Mitre. No hablamos porque es muy temprano para pronunciar palabra. Al llegar a la esquina, sin decirnos nada, coincidimos con la mirada hacia la izquierda y nos sonreímos. Saber que El Fogón, nuestro club, amaneció un nuevo día, nos tranquiliza y nos hace estar convencidos que vivir esa jornada, valdrá la pena. Entro con Chuly a esa cocina inolvidable de esa casa histórica de José Mármol. Comenzamos a colaborar en hacer tostadas para un regimiento. Nadie de su familia se percata que estoy “invitado” a desayunar con ellos. Entre tanto Mariño, pasar desapercibido no es ninguna hazaña. En menos de media hora, no queda nada de esos tres kilos del pan de Mouzo, que hace 35 años, sí era delicioso. Nos levantamos con Chuly, y si nadie nos había visto llegar, mucho menos, rajarnos. Pateando la pelota, que salta y se nos escapa, caminamos por el adoquinado de Saénz Peña entre Canale y Mitre, mientras en esa sola cuadra, Chuly, a lo Diego, levanta y saluda efusivamente y a los gritos a 16 de los 17 vecinos que viven en su calle. Llegamos al club para jugar el primer arco a arco del día a eso de las diez y media, y casi sin darnos cuenta, son las cinco y continuamos en el piso de nuestra segunda casa, jugando el tercer o cuarto picado con los que fueron llegando. Empieza a anochecer, nos instan amablemente o no tanto a que regresemos a nuestros hogares. Puteando por lo bajo y por lo alto, nos vamos. Pero Chuly me acompaña hasta casa, y para que la abstinencia hasta el siguiente día no sea tan marcada, me patea unos penales usando el portón de chapa del garaje de mi casa como arco. Y cada vez que me la clava en el ángulo, su grito desaforado de festejo como si estuviese en la Bombonera, coincide con el grito pelado de mi vieja desde adentro, pero no tan contenta.
Chuly querido, no me pongas excusas, no sé si andás por USA o por dónde, derrochando tu magia, tu talento y sobre todo, tu alegría desbordante, pero hoy a las cinco en punto, yo pienso esperarte en El Fogón, con la caprichosa en mis manos y un abrazo de gol en tiempo adicionado. No se me ocurre otra manera mejor, de poder decirte feliz cumpleaños a vos, al Chuly de Mármol, el verdadero... Chuly de la gente!