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De tizas y borradores. Por Alejandra Tapponnier (Seño Ale). Hoy: Victoria Todaro (31 añitos...)

Desde que conozco a Vicky (así la llamo porque es mi amiga) me pregunto porque esta joven eligió la docencia, siendo que estas generaciones pueden optar por miles de otras profesiones, y tal es mi curiosidad que voy a comenzar por ahí.

(Ritual de sábado, cafecito y torta )

¿Por qué elegiste ser docente?

En realidad elegí ser docente en un primer momento, apenas terminé el secundario porque pensé que era una carrera corta (agrego: como muchas). Mi mamá era maestra y entonces, supongo que por la cercanía, decidí empezar el magisterio. La universidad me daba un poco de impresión en aquel momento. Después lo dejé y me anoté en la universidad, pero bueno, no avanzaba como antes y me volví a anotar en el profesorado, ya era de cuatro años.

Recuerdo en aquel momento no estar segura (se ríe...) porque no me veía trabajando con niños (agrego: ¿quéeee?), pero bueno, la verdad es que encontré en el profesorado un buen ambiente de compañeros y profesores. El estudio se me hacía más amable, y a medida que iba avanzando en la carrera me empecé a comprometer más con la cuestión de la enseñanza; además se acercaba bastante a lo que consideraba una manera de distribuir conocimiento. En esa época militaba bastante (ahora también nena, agrego yo, si pasamos ratos haciéndolo) estaba bastante comprometida y me parecía que la escuela era un lugar que además de ofrecerme trabajo, ofrecía también un espacio, no para militar sino para trabajar en función de los demás.

¿Preguntaste «quién va a buscar tizas y borrador»? ¿O qué decís, mi querida Vicky, con los chicos y chicas en la escuela?

No use la pregunta

«¿quién va a buscar tizas y borrador?», porque soy medio obsesiva (¿medio?, me toma el pelo soy la amiga, la conozco) y siempre llevo por las dudas, pero la que sí uso siempre, cuando los chicos no quieren hacer el trabajo o se cansan y demás es: «Arriba los corazones».

¿En serio esa frase?

Sí, así es.

Bueno, ahora dice no acordarse de ninguna anécdota. Se queda pensando. Y vuelve a decirme que no. Ufa. No espero más, cuento yo.

Hace dos años, y un poco más, llegó la suplente que estábamos esperando, era Vicky. Me dio tanta ternurita, tan joven, tímida, con cara de asombro. Para aflojar la situación le di la bienvenida, era la hora de la entrada del turno, o sea estaban todos ingresando, y pedí un fuerte aplauso para la suplente. Se puso más roja que un tomate, me acuerdo y me río.

Desde ese día llevamos adelante una hermosa amistad.

Agrega Vicky, «no te olvides que también viniste al salón a explicarme cómo hacer el registro, y cómo eran las cosas, que tu suplencia era por tres días y justo aparecí yo».

Quiero hacer público mi reconocimiento al compromiso de Vicky para con sus alumnos y alumnas, y también agradecerte esta merienda, que obvio amiga, pagás vos.

Cada vez me cuesta más elegir a mí próxima/o entrevistada/o, porque son muchas las personas que la docencia me presentó y de las cuales aprendí y aprendo muchísimo, o sea, no puedo dar pistas para el siguiente número.

Si querés compartir anécdotas de la escuela, con la posibilidad de publicar, escribime a:

alejandratapponnier

@gmail.com.

Hasta la próxima, Seño Ale.

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