Martes 6 de diciembre, de noche. Llegó el día de la sentencia del juicio conocido como “Vialidad Nacional” y de las declaraciones que haría luego en sus redes sociales la vicepresidenta, protagonista estelar sobre varios imputados. Y como un acto de “clarinvidencia”, esa sentencia denunciada hace años como ya escrita, se puso en palabras y en acto. Se condenó a Cristina -sí, sin apellidos- a seis años de prisión efectiva e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos por administración fraudulenta en perjuicio del Estado. No resultaría prudente de mi parte como lego adentrarme en cuestiones técnicas y jurídicas para analizar si el juicio se hizo dentro del debido proceso. Pero luego de informarme sobre las imputaciones de los fiscales, los testigos y peritos propuestos por ésta y la argumentación de las defensas, mi opinión es que esta sentencia no es jurídica sino una decisión con fines estrictamente económicos y por ende profundamente política. La condena, cuyos argumentos conoceremos recién en maarzo del año entrante, podrá ser apelada al menos nacionalmente ante dos instancias, pasando meses sino años ante de que se haga efectiva, en consecuencia, la proscripción política no inhabilitaría formalmente a Cristina a presentarse en algún cargo electivo en el 2023. Todo esto tiene poca importancia, el daño ya está hecho.
El grupo Clarín, financista y arquitecto de la persecución, voz del poder corporativo real, tendrá revancha de aquel fallido 7D de hace una década donde los obligaba a desinvertir y a no tener posición dominante dentro del mercado, tal como lo estipulaba la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, cercenada por decreto simple a días de asumir Macri -sí, a secas-. Pero la venganza, como plato que siempre se come frío, es multicausal. Como no recordar la nacionalización de las AFJP, con un primer proscripto peronista en cabeza del ex vicepresidente Boudou, que les quitó de sus arcas un negocio multimillonario. Como perdonar el atrevimiento de haber llevado a los trabajadores a un 50% de la torta en la participación de ganancias a nivel nacional. Como olvidar que durante los gobiernos de ella nunca le autorizó la compra de Telecom. El poder real no olvida y mucho menos perdona. En sus propios términos: la bala que no salió y el fallo que sí lo hizo.
Qué podríamos esperar de una mujer, cuestión de genero no menor, que desde 2004 se encuentra en estado de defensa judicial permanente ante un acoso sistemático por 650 denuncias e imputaciones, que durante ese proceso perdió a su compañero, enfermaron a su hija, amenazaron de muerte a su primogénito y le gatillaron en prime time dos veces una pistola en su cabeza, sin que hasta el momento la investigación del intento de magnicidio haya mostrado voluntad de avanzar sobre la autoría política intelectual ni su financiamiento. Qué deberíamos esperar de alguien que, en un acto de estratégica generosidad como estadista, encumbró a un candidato que hoy, desde su cada vez más pequeña alícuota de poder, le ofrece la más fría orfandad institucional indignándose en Twitter.
Al menos por mi parte, ya no espero nada más.
Para quienes crean que a partir de hoy Cristina inevitablemente perderá su prestigio, se vuelven a equivocar, su proscripción como la de Perón y su volver al llano renunciando a futuras candidaturas, como Eva, le hizo ganar aún más estatura moral. Al asumirse como proscripta, en un lugar inalcanzable por fuera del sistema político, logró un vacío de contenido del fallo mostrando los límites del sistema e interpelando de manera decididamente responsable a propios y ajenos. Le planta cara al poder de Magnetto, a las mascotas macristas y a la mafia judicial. Elevó la categoría de la pelea histórica, ya no por los cargos, sino por la disputa del poder real. Es incalculable hoy entender cuáles serán las consecuencias. La militancia tendrá que traducir su discurso en una imaginativa verdad, histórica y emancipatoria que tenga en el seno de su agenda la proscripción de su líder. La negación del goce nunca termina bien, hay razones y legados históricos que demuestran que el antiperonismo siempre generó más peronistas. Ahora es el momento del pueblo para recoger el guante e internalizar que la condena no es a ella, sino a todos nosotros y a una miseria planificada.