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El lado oscuro de la gimnasia. Por Juan Martín Trombetta

“Es un milagro que aterrizara de pie en el ejercicio de barra” declaró la gimnasta Simone Biles meses después de los Juegos Olímpicos de Tokio. La ganadora de cuatro oros olímpicos reconoció que debería haber renunciado incluso antes de los juegos, en los cuales renunció a cinco de las seis finales a las que estaba clasificada. Decidió competir únicamente en la barra de equilibrio, en la que ganó el bronce pese a las circunstancias. Estos juegos marcados por el coronavirus fueron los primeros en los cuales no había público ni familiares acompañando a los deportistas. La preparación de Biles para Tokio fue turbulenta, reconoció en 2018 haber sido abusada por Larry Nassar, el médico del equipo estadounidense, quien fue condenado a cadena perpetua.

Biles explicó que sufría de “twisties”, un bloqueo mental peligroso en el que las gimnastas pierden la orientación en el aire. La ansiedad se apoderó de Biles en la preparación para los juegos, según dijo. Pero decidió competir igualmente porque “no iba a dejar que Nassar se llevara algo por lo que he trabajado desde que tenía 6 años”.

Una situación similar vivió la gimnasta soviética Olga Korbut, quien en Munich 1972, con quince años, ganó dos medallas de oro. En 1999 publicó una autobiografía en la que denuncia abusos por parte de su entrenador, Renald Knish. “No sólo éramos máquinas deportivas, sino también esclavas sexuales” relató en su libro, donde confesó que fue violada por su entrenador incluso la noche previa a uno de sus oros en el 72. Además de los abusos sexuales, el entrenador forzaba al máximo a Olga, a la que forzó a realizar un truco nunca antes visto en las barras asimétricas, bautizado como “Korbut Flip”. Para este riesgoso truco la gimnasta, debía pararse en la barra superior para luego realizar una mortal hacía atrás. Tanto este como otro truco realizado en el salto fueron prohibidos por su alto riesgo para el físico de las gimnastas.

Después de los Juegos del 76, en los que la rumana Nadia Comaneci sorprendió al mundo con un dominio abrumador sobre sus rivales, la presión de los entrenadores soviéticos sobre sus gimnastas creció peligrosamente. Mikhail Klmenko entrenó a Elena Mukhina, una de las mayores promesas soviéticas, con el único objetivo de superar a Comaneci. En el Europeo del 78 y el Mundial del 79 Mukhina logró superar a Comaneci y el equipo rumano gracias al riesgo que le imprimía a sus trucos. Pero todo se iba a complicar en la preparación de los Juegos del 80, que fueron en Moscú. Mikhail forzó a Mukhina a realizar un truco que solo realizaban los hombres, el Salto de Thomas. Tal era la exigencia que se quebró la pierna, por lo que estuvo dos meses enyesada. Sin tiempo para recuperarse totalmente volvió a los entrenamientos, y el 3 de julio de 1980, a dos semanas del inicio de los Juegos, la pierna lesionada falló; la gimnasta de 20 años se golpeó el mentón contra el suelo a toda velocidad. De esa manera se fracturó las vértebras cervicales, y quedó cuadripléjica. Mukhina había dicho más de una vez que se iba a romper el cuello haciendo ese elemento, ya que se había hecho mucho daño varias veces, a lo que Mikhail Klimenko le respondía: “Las gimnastas como tú no se rompen el cuello”. El Salto de Thomas fue prohibido en la categoría femenina después del accidente, y actualmente también está prohibido en la masculina.

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