- Juan Pablo Trombetta
El payaso asesino.
Las ocasiones extrañas que nos presenta la temporada en esta tierra costera que es nuestra casa tomaron una ruta particular este verano. Presencia no corriente entre la gente nos descuajeringó los ojos. Esas imágenes que tenés que volver a mirar con los ojos chinos o muy abiertos porque te generan disonancia cognitiva. Varias personas habían nombrado a este ser vestido de payaso asesino que andaba dando vueltas sin razón aparente. Todo hacia pensar que era un loco admirador de esa parte un poco perturbadora de la cultura del norte del mundo.
Entre el sol y las caras ansiosas de libertad verde aparecía discordante con la realidad vacacionista, como si una grieta en la tierra lo escupiera hacia arriba. Representó en mi frente un torno naciente del núcleo del planeta que sube girando, rompiéndolo todo, quiebra el deck y saca esa cosa diferente que te pone incómodo.
Vagaba entre los humanos por los paseos con su traje blanco, zapatos rojos enormes, esa cara tenebrosa llena de sangre y largaba carcajadas siniestras. Se quedaba parado, doblando la cabeza y miraba fijo. Cada tanto una amenaza con gestos te cortaba la garganta.
¿Lo curioso de todo esto? la NO reacción de nadie, de todos.
Claramente era algo que no estaba bien, ¿o sí?
Esa mezcla de que no sé qué es lo que esto me está provocando.
Algunas familias se reían nerviosas, otras corrían a sus hijos, como si fuera a sacar una ametralladora y matar a todos de un segundo a otro.
Pero… no más que eso.
Entonces ¿hasta dónde la pasividad? ¿O es ser fuerte la indiferencia? ¿Ya no nos mueve el alma nada? ¿Aprendimos a ignorar lo que no entendemos? ¿Naturalizamos tremenda aparición violenta y que nos amenace sin más?...!!!
¿Es la sensación de que era violencia una estructura?
Un nene le sonreía, lo miraba con admiración y pidió sacarse fotos. Desconocía que había que temer.
¿Todavía no le enseñaron el miedo a lo distinto?...!
Generó preguntas de mi vínculo con lo violento. Como de costumbre empecé a cavar mis entrañas para llegar al punto del túnel laberintico en donde entre ripios y flores encontrar esa piedrita, la base que forjó esa relación. Sacarla a la luz, lavarla, observarla con pena y lupa, ¿qué le pasó? ¿Cómo llegó ahí?
Dejar espacio para otra raíz nueva.
En el fondo de las macetas se ponen piedritas, para que el agua drene, pero muchas de esas veces una piedrita tapa el agujero, el agua se estanca y la planta se ahoga. Mecanismos preventivos de defensa que nos quitan el aire.
El payaso entró a mi lugar de trabajo, inmediatamente sentí que no podía soportar esa violencia y esa energía de amenaza ese día en mí, ni ningún otro momento más. No sé si fue valentía, en lugar de asustarme lo saludé y le pregunté cómo estaba. Recibí un corazón dibujado en el aire, mi compañero no tuvo esa suerte, para el fue un corte de yugular imaginario.
Y sentí poder, tal vez el miedo a esa piedra me hizo dar amor, pero recibí amor .
Resultó que el payaso era un actor, el Señor Mikozzi, con quién pude conversar después. Pero no pude preguntarle de qué iba su espectáculo del payaso, eso lo tendrán que descubrir. Sería demasiado endiosarme dar una crítica de su mensaje. Pero funcionó en esta mente.
Supongo que de eso se trata el arte, de generar una explosión del mundo interno y mover piedritas.