Tal como predecía en la nota de la edición anterior, el futuro se precipita. Casi como en algunos años históricos, nuestros huéspedes están pensando seriamente en dejar de serlo para pasar a ser habitantes «marpampeanos». Gran momento han elegido para tomar esa importante decisión. Plantea para todos nosotros un cambio de «status quo», donde el crecimiento sostenible debe ser nuestra guía inamovible. Sobre todo en un estado de cosas que promueve y estimula la construcción debido a sus bajos valores, que a nivel histórico se acercan a los de la década del 90. Donde un código de ordenamiento urbano en plena gestión será posibilitador de nuevas tierras a urbanizar al norte al sur y al oeste de nuestra pequeña «y mágica isla». Por la pandemia, que nos muestra como un lugar seguro, calmo y apetecible como pocos lugares. Es por ello que debemos retomar fuerzas y pensar en nuestros próximos años respecto de qué lugar queremos para vivir... ¡o sobrevivir! Es cierto que mucho hemos trabajado detrás de ese maravilloso objetivo de una comunidad Slow, tranquila y utópica. Pero hoy pareciera que son otros los componentes sociales para analizar y obtener quizás un resultado muy superior al imaginado ya hace más de veinte años. Dado que muchos de los actores sociales que hoy están dispuestos a pertenecer, son ya son parte de esta comunidad de una u otra forma. Y eso genera una situación muy diferente a la de aquellos años noventa. Le darán un nuevo aporte de sana energía y quizás sea lo que nos estaba faltando. Gente nueva pero alineada a las mismas formas y objetivos, pero que sin duda será el aliento que estamos necesitando. Ojalá todas las instituciones intermedias que hoy tenemos puedan alinearse como en el inicio de nuestra historia Y recordar por ejemplo aquella frase que en alguna reunión proclamáramos: «El bosque es de todos». Simple pero fundacional. Y si miran la a su alrededor creo lo hemos logrado.
Suerte amigos. El futuro promisorio sin duda es posible para nosotros.