Por Federico Navascues
No se fue un ídolo, se fue un héroe... se murió el futbol. Ese fútbol que tanto amamos.
Ese gol que rompió mil gargantas y nos hizo ganar definitivamente aquella guerra,
honrando a los caidos. Esa gambeta y pase al aire para que el eterno pájaro deje ciego al
gigante del sur. Se fue la palabra sincera desde el barrio... esa que nunca midió
consecuencias. Nunca fue el más humano de los dioses, siempre fue humano y por eso
nos pertenece. Siempre fue argentino, vivió y murió como tal, entre pasiones y gambetas.
Se fue para regresar en cada potrero, en cada pibe que juegue a la pelota. En cada sueño.
En cada joven que quiera enfrentar molinos de viento. No fue solo un jugador de fútbol, fue
un artista. El arte nos queda. Te vas con Gardel y todos los ídolos populares. Te voy a
amar siempre Diez. (25/11/20)
Te amo Diego porque tenía seis años cuando vi transformarse la cara de mi viejo en
aquel partido contra los ingleses. Sabía y entendía algo, lo que no comprendía era la real
dimensión de lo que habías hecho. Pero esos rostros en mi casa no los olvido. Cuantos
abrazos y llantos causaste. Cuánto orgullo me hiciste sentir. Esa tarde noche fuimos al
obelisco, yo llevaba una pequeña bandera de nylon sujeta a un palo de una cama. Todo
valía la emoción, todo era poco y mucho a la vez. Con vos crecí entre cuentos y aventuras,
tus logros los sentí míos y tus derrotas fueron espinas. Siempre fuiste invencible. Cada
paso dado era una emoción. Verte en una cancha ya fue un lujo de adolescente. Te seguí
siempre hasta que le dijiste basta al fútbol en aquella bombonera repleta cuando
inmortalizaste la pelota limpia. De grande comprendí aún más tu valor. Supe lo difícil de tu
infancia, los poderes a los que te enfrentaste, tus demonios y fantasmas. Aún más
encontré tu estirpe heroica. Esa propia de una epopeya. Solidario hasta la sangre,
defensor de los humildes, latinoamericano hasta el corazón y argentino hasta las
mismísimas pelotas. Pueden decir muchas cosas de esta tierra. Jamás podrán afirmar que
dentro de nuestras contradicciones, muchas veces dolorosas, emergen flores mágicas;
más únicas que perfectas; más humanas que divinas; más... salvajes que dóciles. En fin.
Hoy me toca verte desde el barro volar por el firmamento. Hoy cayó esa lagrima que algún
día supe que iba a caer. Hoy otra parte de mi corazón se fue. No me importa cuántas
partes me queden, me importa más que sientan y se vayan junto a aquellos que las
hicieron sentir, vibrar, soñar. No quiero dejar de escribir porque no quiero volver a llorar.
Pero necesito decirte adiós, hasta la Victoria siempre, compañero. (27/11/20)