Los militares llaman fuego amigo a los disparos del propio bando cuando se identifica mal al enemigo. ¿Será que los propios aliados del actual gobierno no logran vislumbrar el objetivo, o es que la premura de querer cambios estructurales instantáneos les juega una horrenda pasada? Varios sectores y actores que durante los últimos cuatro años fueron extremadamente críticos y militaron por un cambio radical de paradigma político, hoy, tal vez debido a la misma inercia, no logran “acomodarse” discursivamente. Si a eso le sumamos una oposición amnésica que no reconoce las condiciones en que entregaron el país, a un ex presidente cínico y perverso que no asume y reparte culpas del desastre a sus colaboradores y aliados políticos, a un omnipresente dispositivo mediático que no abandonó su periodismo de guerra, parece que al frente de Tod*s los primeros cien días de gracia se los tragó la devaluación. Apoyar políticamente un proyecto otorga una satisfacción magra, pero el goce de la crítica concede una efímera superioridad moral.
Los sapos existen, imposible negarlo, pero ese es el costo de la unidad en la diversidad. Que el ritmo lento de las designaciones no muestre señales contundentes también, pero el precario equilibrio de un frente que pretende ser no solo electoral, amerita auscultar mucho las designaciones. El tibio encendido de la economía es más que entendible en un gobierno sin presupuesto aprobado y en un proceso de orfebrería iniciado con acreedores para cerrar una monumental, ilegítima y obscena deuda externa que nos tiene secuestrados. Que se hayan colado en la administración pública muchos actores que coquetearon con el macrismo o mostraron un comportamiento ambiguo, esas hojas no deberían dejar de mostrarnos el frondoso bosque del heterogéneo nuevo gabinete, de reconocido compromiso ideológico, de dilatada experiencia en el sector público y que si los damos vuelta lo único que se le caen son posgrados de universidades públicas. Que lábil es la memoria de algunos, es solo un simple ejercicio de contraste entre la “ceocracia” que pretendió ejercer la conducción moral de la sociedad, mientras saqueaba al Estado y empobrecía a su población, a este presente con una impronta económica, política y socialmente inclusiva, que empezó necesariamente por abajo para poder llegar a todos.
Jamás pediría renunciar al espíritu y lectura crítica de la realidad, eso es ineludiblemente constructivo siempre, pero no puedo creer que avezados analistas y comunicadores identificados con este proceso y, sobre todo cuadros del mismo palo, no entiendan que acaso el capital más valioso que se tiene en política sea el tiempo, y que el manejo de ese recurso, al menos en un sistema fuertemente presidencialista, es potestad de quien lo conduce. Pregunto: ¿han tomado real dimensión del estado distópico en que nos han dejado? ¿Es posible pretender que, en paralelo, mientras se recopila información para poner blanco sobre negro la verdadera “pesada herencia” -sin contar con ese combustible privilegiado del odio visceral a Ella que mantuvo esa mentira activa por tantos años- se construya un relato épico y emancipatorio en tan corto tiempo? ¿Cuesta tanto comprender que el Frente de Tod*s incluye y recupera la experiencia kirchnerista pero a la vez, y por nuestro bien, la excede? ¿Acaso el pesimismo de la inteligencia les obtura el optimismo de la voluntad y no logran entender que, ante la soledad geopolítica de la región y el mundo, necesitamos que las redes internacionales se construyan en un delicado equilibrio pragmático que prescinda de fundamentalismos de pureza ideológica? ¿No han tomado dimensión que el mejor y más sólido proyecto político de nuestra América lo han volteado sin que ni siquiera haya un pronunciamiento internacional masivo en su contra, y que la prensa globalizada ya caratula a nuestro gobierno como populistas, pro-iraní, asesino de fiscales, expropiadores de Repsol y saqueadores financieros de AFJP?
La batalla en la arena simbólica por el sentido común la tiene coyunturalmente ganada una derecha desinhibida y cada vez más reaccionaria. Así como en Europa la anti solidaridad más extrema la encontramos en un social nativismo blanco que pone como valor político a la tierra, por simplemente nacer en un lugar te hacen odiar al migrante, nuestra derecha vernácula obscenamente tira chanchos de los helicópteros o se dedica a matar negros en manada, mientras los constructores de otredad no dejan de banalizar y justificar.
Seamos inteligentes y dejemos de hacerles el juego. No confundamos al adversario que forjó esta unidad por el espanto. Cuando las balas pican demasiado cerca, corremos el riesgo de quedarnos sin ambulancias para rescatarlos a tod*s. Si este proyecto fracasa, no es solo un gobierno, fracasa la Nación Argentina.