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  • Juan Pablo Trombetta

Hoy es el día. Por Beatriz Bispe

No es seguir un guión, es conectar con el reparto.

Hoy es el día, hoy con esta tormenta que amenaza, con el canto de los sapos,la presión atmosférica que me tensiona… con la vibración de esta música, con este florero que alguna vez fue botella de cerveza, lleno de flores de ciboulette de la huerta de un amigo, con este mate fabricado por los dedos de un artesano, regalo del amor…

Hoy es el día que me enfrento a cruzar el espejo de mi destino. Tocando teclas para contar palabras. El perfume de un sahumerio me decora los pensamientos. La pluma que encontré en el camino me mira, le sonrío porque sé con certeza que estoy en casa.

El magnetismo de esta tierra llena de bohemios y exiliados, me trajo sin darme cuenta a encontrarme conmigo.

Hace poco me preguntaron y afirmaron después; ¿Cómo llegaste acá? ¡Es exactamente el lugar donde tenías que estar!

No sé, supongo que en algún lugar, escondido, en un órgano que no supe usar durante mucho tiempo algo resonó y durante años me hizo transitar, a paso lento… a empujones sutiles el sendero de una red que no sentía y siempre estuvo ahí.

Una tela de araña que formamos todos, en donde algunos nos pertenecemos más que otros, porque la seda nos toca como eslabones de una cadena, ciertos aceros adyacentes, ciertos más lejanos, unidos al fin o al principio; Nos miramos y nos reconocemos. En cada ojo cargado de brillo en el que me veo y me expando, reafirmo la existencia misma en el amor por esta tribu. Esta tribu que esquive tanto tiempo, colmada de olas y soles, de estrellas y fuegos, de manos tibias tendidas, de corazones abiertos y miradas reales, decadáveres exquisitos, de cañas, leña y vasos llenos.

Hoy es el día en que me reconozco, me encarnizo en esta arena. Entregando un pedazo de mí en este escrito, a estas dunas con vegetación plantada, que se adaptó un momento, que ahora pide cambio y nos regala esos instantes maravillosos que solo podes vivir acá. Los caminos silenciosos, abundantes en reflejos, en los que de repente un caballo se para a observarte profundamente masticando, o un pájaro se te posa de frente, aletea majestuoso y se lleva una ramita a tus pies. Esos segundos únicos que te obligan a bajar, tomar aire, agradecer.

Las acacias lloran afuera, la tranquilidad solo se corta con el ruido del viento tocando los álamos.

Hasta que una bocina de la segunda mitad de diciembre suena descortés, te vuelve al cuerpo, te consideras invadido, sentís que le falta el respeto a tal belleza.

Entonces, viscerás esa invasión, la trasmutas, vislumbras una sonrisa entre cejas, sabiéndote amante de tu casa, tu tierra, la tribu, la sentís piel y pulmones, viaja por tus manos esa frecuencia de amor por cada hoja, cada gota de agua, cada caracol…otra vez. Respiras como luces en grupo, como a un mapa luminoso y reconfortante en la oscuridad del bosque a las piezas de tu tribu, miembros que fueron llamados cada uno a su tiempo por el magnetismo de esta playa, hasta llegar a encontrarnos y a ser.

Negociando cada uno por su lado, la parte que le toca para estar acá, entregando en verano hasta la última gota de energía banal, expirando trabajo, así poder inspirar vida en invierno, cuando los autos se van.

Energía por energía. Equilibrando semejante regalo, de haber tenido esa musa, esa pequeña sabiduría intangible, ese omnipresente y oculto sentimiento creador, para seguir el llamado del mar, sin saberlo, sin pensarlo jamás, como inercia mágica para cumplir nuestros propósitos en esta red.

Una vaquita de san Antonio camina por la pantalla, se vuelve inevitable sentirse enorme, chiquita y afortunada.

Espero estar a la altura de retribuir todas estas bendiciones.

Gracias, desde la invisible parte de eternidad que puedo expresar con este cuerpo, diminuta, gigante, atómica e infinita, gracias por dejarme pertenecer a este pueblo de artistas y amantes revolucionarios de la introspección con estas letras. No podría sobrellevar mi estadía si no los hubiese encontrado, si esta x no se despejaba entre sueños, resultando en llegar a casa, y poder vivir en un poema.


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