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Instrucciones para utilizar el material onírico en nuestros escritos. Por Matías Comicciolli

Lo que se propone este instructivo es rescatar, establecer, reformular y utilizar el material dialéctico o lingüístico (por no mencionar el psicológico) que aportan nuestros sueños y reutilizarlos en escritos literarios tales como cuentos, poesías, canciones o novelas.

Este ejercicio claramente está dirigido a personas que recuerdan sus sueños al despertar, incluso a aquellos/as quienes al espabilar retienen en sus consciencias detalles o retazos de lo acontecido recientemente en su inconsciente.

Lo primero que se debe hacer es acostarse lleno de problemas girando en la cabeza. Ojo que no hace falta que sean problemas muy graves: una factura de luz impaga, el turno médico para el apto físico de los chicos, una mancha de humedad que crece día a día o una rueda descentrada de la bicicleta. Lo fundamental es abrigar el sueño pensando en estas cosas.

Se recomienda no utilizar ningún aparato electrónico o tecnológico para conseguir la somnolencia, como la tele o el celular, ya que esto podría desestabilizar nuestro proceso de concentración mental. Sí podemos utilizar la lectura de alguna novela, sobre todo aquellas que pueden trastornan el buen dormir como «En busca del tiempo perdido» o «Los hermanos Karamasov».

Una vez escogidos los problemas a pensar uno/a se debe recostar de manera incómoda, es decir poco placentera. Si se suelen usar medias, esa noche no utilizarlas, destaparse si está fresco, subir la persiana si acostumbra estar baja... en fin, se tiene que dormir entrecortado, poco y mal.

La segunda y no menos importante acción que debemos llevar adelante es tener a mano, en la mesa de luz o directamente en el suelo, un pequeño y manejable cuaderno anillado, rayado, tapa dura y un lápiz Faber-Castell Eco HB o en su defecto 3B. Está científicamente comprobado que los marcadores, lapiceras y biromes pueden fallar en el momento más importante del desarrollo de escritura durante la vigilia.

Al despertar de ese sueño intranquilo, tal Gregorio Samsa, llega el paso de retener el sueño o los retazos de este el mayor tiempo posible antes que se diluyan y se escapen como el agua de los fideos, con la llegada de la consciencia.

Deben estar en la mente el tiempo suficiente como para tomar el cuaderno con el lápiz y comenzar a escribir el recuerdo.

En esta instancia no debemos preocuparnos por el estilo, la gramática, la ortografía o la prolijidad. Mientras se pueda plasmar, sea inteligible y legible lo escrito, alcanza. Se pretende hacer hincapié que no importa la persona, el género ni el número; tal vez un solo sustantivo como «Casco» alcanza para retrotraernos como la magdalena de Proust, al lineamiento general de lo soñado.

En este punto ya tenemos la primera parte de la exposición finalizada. De aquí en adelante corre todo de parte del lado consciente sin necesidad de engañar el inconsciente para hacerlo presente.

Se debe tener en cuenta también que el desarrollo literario del material onírico debe tener un trabajo creativo en sí mismo, y no pecar de explicitar el sueño ya que a un alto porcentaje de potenciales lectores no les interesa para nada lo que soñamos por las noches (excepto que se esté haciendo una terapia o un trabajo profesional).

A modo de ejemplo, para graficar e ir finalizando este instructivo, se muestra debajo los últimos recortes capturado en un sueño:

· Patio inundado

· Perro herido

· Bicicleta roja

· Casona con escalera

· Violín con dos cuerdas

· Lavamanos sin instalar

· Un café servido en una bolsa

· Remera de Guns & Roses

Ya tenemos el material para llevar adelante nuestro escrito literario. Debemos remarcar la utilización de nuestra parte creativa y el uso o no, de todo lo que apuntamos en el cuaderno.

Este ejercicio puede realizarse en el transcurso de una semana, con lo cual se conseguirá la cantidad sustancial de siete obras del estilo que se haya elegido. Se garantiza, en expresas palabras de Bradbury, que de esos siete escritos hay por lo menos uno que vale la pena.

Precaución: se recomienda no intercambiar el material onírico propio con otras personas ya que nuestro inconsciente podría tener graves consecuencias en manos ajenas.

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