Tenía que encontrarme con Juan Pablo. Era imperioso. Necesitamos ajustar algunas cosas de los próximos textos. En realidad era sólo una excusa para tomarnos un feca. Es que si en algo coincidíamos con JP, es que nunca nos gustó mucho el laburo. Bueno: también teníamos en común algún tipo de literatura, el fútbol y el buen vino. Y con estos poquitos temas, alcanzaba y sobraba para una buena charla. No te digo todos los días, pero sí para cuando el tiempo libre hiciera que los planetas tomaran contacto.
Pero hay que volver. De alguna manera hay que retomar el hilo. Es que a veces es difícil, cuando el delirio desborda la orilla. Sube mansa y confianzudamente casi a pie de médano. Y el punto era que teníamos que encontrarnos en Mar de las Pampas, porqué a Juan Pablo era difícil sacarlo de su hábitat natural. Gesell le quedaba lejísimo. No tanto Baires, porqué era necesario visitarla para ver en qué andaban los pibes, que se habían subido a la quimera del estudio.
Al grano: había que ir a Pampas y la verdad que me daba fiaca manejar. Y busqué la mejor opción: el recientemente inaugurado subte de la Villa. Ese que sale desde el Acceso a Villa Gesell y que va por la tres hasta el cámping de Ingenieros. Claro que tenía el ramal B también. Nacía en los Pinos y terminaba en la 146 con paradas en las estaciones Tanque (la 110), Hospital (en la 123) y la 139. Con una salvedad: al mejor estilo Capital, acá también teníamos la línea C: la que une la nueva Terminal con la avenida 3 por la 139. Obvio que un trayecto mucho más corto que Constitución – Retiro. Hubo discusiones en torno a qué nombre le ponían a esta última: se barajó estación Néstor por el Centro de Convenciones. También un osado susurró estación Oso. Finalmente los que proponían cierta cordura, la terminaron bautizando simplemente como Terminal.
Lo concreto es que iba a realizar mi primer viaje en Metro por la Villa. Y me fui nomás al Totem. Es que quería recorrer todas y cada una de las estaciones que terminaran dejándome en destino. Poco más de un kilómetro y llegaba a Los Pinos, qué otro nombre iba a recibir la estación. Algunos pasajeros bajaron ya que o iban a barrio Norte o para hacer trasbordo y tomarse la línea B, la del Boulevard. El tren siguió su curso hasta la estación Parroquia a la altura del paseo 101 y Buenos Aires. Hubo algún pedido de los fanáticos de la Curia de llamarla estación Catedral como en Buenos Aires, pero los criteriosos que nunca faltan, terminaron definiendo por una Iglesia un poco más modesta y austera.
El recorrido continuaba con algunos hábitos bien porteños: no faltaba aquel colgado del pasamano con la izquierda y relojeando El Fundador con la diestra. Otros no disimulaban su cara de desconfianza como si no conocieran a nadie, al igual que en las grandes ciudades. También había alguno haciéndose el dormido, para evitar darle asiento a una dama.
«Primera Junta, próxima estación», se escuchó la voz de Alejandro Viale, mientras La Peluca sonaba de fondo. Allí bajaron varios. Es que el centro atraía. La siguiente parada era a sólo cuatrocientos metros de diferencia: el paseo 108. Muchos vecinos habían propuesto en el Concejo Deliberante el nombre de Municipalidad. Los más fanatizados propusieron estación Baldo o estación Chacho. Nuevamente fueron los integrantes de la Asociación Civil Los Criteriosos, que terminaron con la puja: La 108.
El trayecto siguió otros 500 metros hasta la estación Cotel. Aquí sí que no hubo ninguna duda: nadie quiso contradecirlo a Antonio, el presidente de la Cooperativa Telefónica. Claro que en el medio surgió el pedido de Disco de hacer una estación en la plaza Carlos Gesell. La presión de la multinacional no surgió efecto en la comunidad.
Desde la 113, el metro no se detuvo hasta la «123», indispensable para quienes concurren habitualmente al Hospital. Las siguientes paradas no tuvieron casi discusión comunitaria en cuanto a su nombre: las Américas en la 133, la 150 en su calle homónima, Rosmarie Gesell a la altura de los cámpings, Mar de las Pampas en el ingreso a la localidad, Mar de las Pampas centro en el centro comercial, Las Gaviotas en donde arranca Punta del Este, la 33 y finalmente estación Mar Azul. Con una particularidad: desde la 150 hasta el final, el tren deja de ser subterráneo para recorrer el último trayecto en superficie y así poder observar el maravilloso paisaje de las localidades del sur.
Claro que con el afán de conocer todas las estaciones, me pasé un poco de largo. Pero volví sobre mis pasos muy rápidamente a partir de la notable frecuencia que tiene el subte de Gesell. Total sabía que Juan Pablo me iba a estar esperando.