En los últimos años la popularización de la astrología nos dejó a todos tocando aunque sea de oído sobre el tema. En principio sabemos que se trata de algo mucho más amplio que nuestro horóscopo y el signo del día en que nacimos. A medida que nos vamos interesando más, pica la curiosidad de investigar en búsqueda de nuestra Luna o nuestro Ascendente.
Me propongo esta vez, revelar un poco acerca de la triada Sol-Luna-Ascendente de la carta natal de nuestra nación. Nacida el 9 de Julio de 1816 en San Miguel de Tucumán, bajo el signo de Cáncer y con la luna en Capricornio.
Podemos hacer aquí una primera observación, que es la oposición entre sus dos luminares. Cáncer y Capricornio son opuestos complementarios, se necesitan y colaboran entre sí pero se presentan de formas completamente diferentes.
Una parte habla del cuidado, la cercanía, el valor de la familia, el respeto por las costumbres y tradiciones, la buena memoria, la historia, la abundancia de los recursos naturales y el don de cultivarlos, la sensibilidad para recibir a todo aquel que quiera unírsele. La otra parte habla de trabajo y esfuerzo, una vida desarrollada del núcleo familiar hacia afuera, la calle, una alta tolerancia al cansancio y el frío, el don de la resistencia física, el sacrificio. La capacidad de poder superar obstáculos cada vez más grandes, la frialdad para no dejarse vencer.
Una parte y la otra se contradicen claramente y es ese el mayor desafío que tenemos como sociedad. Encontrar la manera de que se ayuden de una forma en donde una parte no cancele o excluya automáticamente a la otra.
Percibir la distancia entre las partes, sin buscar cancelarla, sosteniéndola con la tensión que implica, yendo y viniendo entre las polaridades, sin detenerse ni definirse en uno solo de sus extremos, sino persistiendo en un movimiento pendulante, es el destino de cualquier Ascendente en Libra.
El Ascendente nos marca aquella energía que en principio no se reconoce como una posibilidad propia. Sin embargo, a través de algunas situaciones de la vida (en este caso de la historia), pareciera que la única manera de travesar determinados obstáculos es concediéndonos el reconocimiento de este poder, la integridad.
Es algo que ponemos en práctica un sinfín de veces, y no todas obtenemos lo que esperamos, con el tiempo es algo que se va afinando. Podemos decir entonces, que Argentina, una y otra vez, tendrá que practicar el acuerdo, el consenso, la integración de sus polaridades, la reconciliación y para esto, su historia le irá proporcionando infinitos escenarios de identidad binaria, partida en bandos opuestos e irreconciliables, donde practicar una y otra vez la danza del intercambio y la comprensión, el ejercicio del respeto.
Es muy común ver Ascendentes en Libra confundiendo el ´acuerdo´ con el ´convencimiento´, como tomando un atajo, buscando en vez de comprender otro punto de vista, convencer sobre el propio. Esta dinámica pocas veces pasa desapercibida y desemboca en desacuerdos aún peores que pueden llegar a involucrar la violencia.
Ningún mecanismo es bueno para evadir el camino que nos propone nuestro destino.
Al final la mayoría de las veces descubrimos un anhelo muy grande escondido detrás de todos los espasmos de la resistencia.
Luchamos con fuerza por defender el criterio propio y nos endurecemos cuando toca escuchar y colaborar con lo que no comprendemos, pero en el fondo de todo argentino, lo que más anhelamos es la justicia, entonces nos queda atravesar la dicotomía que resulta de nuestras partes disociadas, las veces que sea necesario.
Si para cerrar esta brecha tenemos que abrir un campo de batalla, tal vez lo mejor sea reconocer la brecha abierta y cerrar los espacios de enfrentamiento.
Que no es lo mismo que dejar el debate, sino intervenir participativamente sin necesidad de urgentemente cerrarlo, de definir vencedor y vencido. Sostener la tensión que nos produce la distancia entre uno y lo diferente. Nutrirnos del intercambio y encontrar en la diversidad la potencia regeneradora de toda naturaleza.