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La Guerra de Siempre. Por Javier Doeyo (con agradecimiento a Fernando Ariel García)

Cuando Stanley Kubrick estrenó 2001: Odisea del espacio en 1968, faltaban poco más de tres décadas para que la humanidad llegara a ese año imaginado por el cine con vanguardista realismo científico. Y a seis meses del estreno estadounidense de la película de Kubrick, llegará a los kioscos argentinos el primer número de 2001. Periodismo de anticipación, revista que buscaba capitalizar comercialmente el interés popular sobre el fenómeno espacial en sus dos vertientes básicas: científico (astronautas, cohetes) y especulativo (ovnis y alienígenas).

A esta publicación llega Héctor Germán Oesterheld en mayo de 1970, un año después de su apurada —y malograda— remake de El Eternauta para la revista Gente, justo cuando se cumplía el primer aniversario del Cordobazo y Montoneros hacía su aparición pública en el escenario político argentino con el secuestro y posterior asesinato del general Aramburu. Este HGO es un profesional que carga sus obras con la impronta ideológica partidaria que profesa, dejando en evidencia (como eje central o anecdótico dato de color) la visión peronista del mundo y su ordenamiento político, social, cultural y económico.

Por forma y fondo, uno de sus trabajos paradigmáticos en este período es Guerra de los Antartes, serializado en la revista 2001 hasta febrero de 1971. No casualmente, HGO retomó aquí el tema de la invasión alienígena a América del Sur, entregada por las grandes potencias al invasor. Aunque, nuestro país estará en condiciones de enfrentar este trance bélico contra los extraterrestres. “La Argentina era ya la gran nación soñada –señala el comienzo del relato–. Había costado tanto esfuerzo llegar. Tanta lucha, tanto sacrificio. Una nación ejemplo, que inspiraba a estadistas y estudiosos. Y de pronto, surgiendo de la noche espacial, la más cruel, la más injusta de las invasiones. (…) Los gobiernos de la Tierra habían aceptado que los Antartes ocuparan ya toda Sudamérica. Y los gobiernos sudamericanos, abandonados a sí mismos y sin posibilidades de consultarse entre sí, acataban sin resistir la conquista que consideraban inevitable. La Argentina era el único país no vencido”.


Para acompañarlo en el dibujo, Oesterheld recurre a un joven ilustrador, artista plástico e incipiente historietista, León Napoo, que carga la saga con una dosis de alegría despreocupada y casi naif, aun en los momentos más álgidos que se vivirán en la cancha de Boca, en las calles de la ciudad de Buenos Aires o en los subtes. Una estética luminosa, emparentada con el movimiento de Pintura Neofigurativa que por esos años estaban patentando artistas plásticos de la talla de Jorge de la Vega, Luis Felipe Noé y Rómulo Macció, entre otros. Una propuesta que, a caballo del arte pop y la solarización fotográfica, construía una especie de expresionismo informal con fuerte compromiso social.

Recorriendo la historieta, se pueden encontrar además, fuertes influencias de Hugo Pratt, un poco de Crepax y mucho de Jorge de la Vega… También hay algo del Enric Sió de antes y durante su Aghardi; y mucho de la ilustración publicitaria de los 60 y 70… La cantidad de referencias gráficas resulta saludablemente abrumadora. Hay aquí todo un “universo gráfico” creado por el autor en ésta, su primera y única historieta realizada en toda su carrera.

En síntesis: la historieta política y arte de los 70 juntos en una obra excepcional.


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