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La ley de la escritura. Por Flavia Daniela Pittella

Cuando Pablo me escribió para decirme que iba a sacar un nuevo libro lo primero que le pregunté fue si el título tenía 5 palabras. Eso pasa cuando Pablo publica. Creo que todos los que lo leemos queremos la tradición que arranca desde un título con 5 palabras, lo de adentro lo damos por sentado. Será de una arquitectura exquisita, con cimientos fundados en historias sólidas, con personajes que crecen como escaleras y abren ventanas para iluminar cuartos y encuentran llaves para abrir puertas a lo desconocido, lo desconcertante o el final esperado que es un fratacho que combina colores y texturas y da una fachada de esa casa en la que todos quisiéramos vivir, y no. Así construye Pablo sus libros. Así demuele su vida personal en cada libro, construye con los escombros, con lo que va juntando por la calle de su vida, como un linyera, como un albañil que va de grandes edificios a construir su casita ahí en el suburbio, con lo con lo que queda, con la energía que le queda después de todo. Pablo piensa que los que nombramos su lenguaje como «preciso» somos unos pelotudos. Así lo enuncia en su último libro de poemas y pasajes autobiográficos «Amor no Roma mi amor» (cinco palabras, como corresponde). Lo cierto es que, aunque le joda esa descripción de su escritura, es lo que es. Pablo precisa del lenguaje y el lenguaje precisa de él.

Y hoy nos trae poemas, que son muestras de sangre, análisis de orina, muestra fecal, adn en la saliva. Así escribe poesía también. Con los líquidos de su propio cuerpo. Podemos hacerle un análisis completo, un físico químico y un psicológico que por suerte y por desgracia no pasará.


Y es un diario de viaje este Amor no Roma mi amor. Arranca con anotaciones en forma de diario personal que son una catarata de emociones, sensaciones, enojos y reconciliaciones:

Jueves, ya madrugada del viernes. 1997

Le leí a Abelardo Castillo. Traté de no mirarle la cara cuando leía. Igual siempre tiene esa cara de perro camorrero. Me hicieron mierda, no pude escuchar, yo sé que escribo bien, pero no escribo aún de esa manera. No sé, tal vez no es para mí esto, todos los del taller son chupaculos de Castillo, yo no, fui con la ilusión de que el «me descubriera», soy un tarado mental. Eso es lo único que soy.


17 Jueves, madrugada del viernes, 1998

Abelardo me habló aparte de los demás, me habló bien, me dijo que yo puedo ser escritor, que necesito orden y no me acuerdo qué más, estaba borracho, estoy borracho, me dijo que Liliana Heker me podría ayudar mejor, él la va a llamar, me dijo.


Dios, los talleres de escritura, la política, el sexo, el amor y el desamor. La identidad, la escritura, la vida y la muerte, el alcohol, la infancia.

El día que Pablo presentó en Avellaneda Amor no Roma mi amor me escribió por whatsapp y me pidió que, además de lo que yo quisiera decir, leyera algo que me mandaba por ese medio. La noche anterior a la presentación. Tarde. Siempre hablamos después de las doce de la noche y yo le pido que descanse. Agrego este poema a mi lectura:


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Es lo último que sucede sin Vero

Ya la vida demostró que sigue y dice imperturbable

Es aterrador

Pero Dios existe y es justo

Porque todo este terror, todo este dolor

Lo voy a convertir en un jardín florido

Escribiendo

Y entonces Dios existe

De lo contrario el dolor y el miedo

No podrían ser las materias primas de la construcción de la belleza


Pablo Ramos construye belleza a partir del dolor. Le canta en este libro poemas de mariposas imposibles a su niña, recuerda sus momentos más oscuros y los confiesa, sin pudor pero con poesía.

Leer a Pablo es siempre una montaña rusa. Amor Roma no amor es la del Ital Park. En todo sentido.


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