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Los dueños de la verdad. Por Oscar Rescia

Los disensos tienen la virtud de generar correcciones en las decisiones humanas. Pero si se hacen sin objetividad y agresivamente solo logran irritar los ánimos reafirmando las conductas que precisamente critican. Creo que en mi experiencia, como en la experiencia de muchos, podemos decir que recibir una crítica no siempre es un momento de alegría. Sin embargo, a medida que fueron pasando los años, a algunas de ellas las pude valorar. Solo algunas.

Es alarmante el facilismo que se da especialmente en las redes sociales, que permiten una descontrolada exhibición de miserables sentimientos. Sin pudor alguno. Donde pareciera no existir ningún control. Donde no hay capacidad de auto censura. Donde no existe el freno. Y ese disenso, que pudiera ser un modo enriquecedor de mostrar una opinión diferente, se convierte en un condimento que solo logra consolidar la posición criticada. Pero no solo son las redes sociales. Son los medios convencionales, gran parte del periodismo, las lawfare.

Pero quiero hablar de los mal intencionados que solo repiten lo que les llega por las redes. Que no investigan. Que repiten y se largan con suma liviandad detrás de su mal intencionado aporte. Sin respeto. Agrediendo. Y en algún caso hasta faltando a la ética del mínimo código del disenso.

Varias veces estuve orgulloso de obras que se fueron haciendo en nuestras localidades del sur. La salita de atención primaria, el jardín y las escuelas primaria y secundaria, la comisaría, el cuartel de bomberos, el Centro cultural y su vecino campo de deportes. Algunos concluidos y otros a «concluir». En fin, emprendimientos lindos y muy necesarios para la infraestructura de nuestras localidades. Pero hay otro proyecto, que no solo me generó agrado, que es algo para la salud y para el turismo. Es la creación de un circuito aeróbico en medio de un paisaje de bosque, sin afectar un solo árbol. Sin afectar un solo desnivel de sus médanos. En madera, con polvo de piedra que se consolida con el uso y la lluvia, con bancos, juegos, y si se cumple lo prometido también tendrá una estación de agua. Pero fue criticado. En algún caso en buenos términos. Pero en otros con la soberbia que solo brinda la ignorancia. Pasó con la «vereda» que recorre Las Gaviotas. Pasó con el manejo de la pandemia a nivel nacional. Con el plan de vacunación. En algunos casos con observaciones no compartidas pero que merecen respeto. Otras con actos de vandalismo intelectual de reconocidos sectores.

Todas opiniones que deberían ser fundamentadas con más criterio, con más conocimiento. Con más rigor científico y no solo con el «yo pago mis impuestos». Me preocupan los modos grotescos. Las formas agresivas y la soberbia. Esta es una conducta no solo de ahora. Al inicio de Mar de las Pampas recuerdo esa respuesta que daban ciertos personajes: «si quieren usar el celular, que se vayan a otra playa». Y hoy sin telefonía celular no solo no tendríamos actividad turística, tampoco tendríamos desarrollo social ni cultural. No podríamos mantener nuestro lugar en el mundo. Esto no intenta convalidar sobre el tipo de antenas. Ese es otro tema.

Piensan como dueños de la verdad. Deciden quien puede y quien no venir a estas playas, a estos bosques. Sienten que por venir a estas playas un año antes que su vecino, pueden decidir pues son los dueños de la verdad. Y no es así. Este oasis nos pertenece a todos. Los que vinimos antes y los que llegamos después. Los que alquilamos y los que somos propietarios. Los que vivimos permanentemente y los que lo hacemos transitoriamente. Nos pertenece a todos. Aunque pueda suceder que en el transcurso de los años, estas localidades puedan ir modificando el perfil que yo adoré allá por la década del 90. Y que la evolución pueda robarme ese Mar de las Pampas que en algún momento soñé. Seguiré luchando por ese vivir pausado. Y luchando contra un desarrollo de plástico, pero entendamos que este proyecto pertenece a todos. A los que vinieron antes y a los que llegaron después. Que el disenso no es malo. El modo de disentir, sí puede serlo.


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