- Juan Pablo Trombetta
Mercantilización de la vida, la geopolítica del agua. Por Alejandro Silva
No es una confirmación de un mundo distópico y apocalíptico, muchas ficciones profetizaron el momento, incontables voces han perdido su potencia por no encontrar eco en sociedades desaprensivas. Pero sí, el momento llegó, la mano invisible del mercado monetizó el elemento vital para la vida, el agua, un recurso idealizado como infinito ahora cotiza en Wall Street en los mercados a futuro y su precio está fijado entre el volumen y la disponibilidad o autorización de su uso. No es nuevo, desde que la envasamos y la adjetivamos como mineral, hasta el cobro de impuestos por juntar lluvia como en Chile, pasando por la privatización de las distribuidoras que la potabilizan, el agua siempre tuvo un valor de comercialización y se la identificó como un recurso estratégico geopolítico. Pero de más está en aclarar que esta pésima noticia nos indica que el mercado, que sí entiende de negocios, no comulga con la defensa de los valores ambientales, derechos sociales, la articulación con el medio rural, o toma en cuenta que casi 2.200 millones de seres humanos no tienen acceso al agua potable, ni que son las mujeres más pobres las que se pasan la vida acarreando el líquido vital sobre sus espaldas, eso definitivamente no cotiza en bolsa.
El ser humano está compuesto en un 60 % de agua, el cerebro en un 70 %, la sangre en un 80 % y los pulmones en un 90 %. La medusa de mar está formada por el 99% de agua, en algunos insectos el porcentaje alcanza el 40%. La Argentina tiene el 48% de su territorio compuesto por agua y es considerada una potencia mundial en cuanto a recursos hídricos, con una superficie continental americana de 2.791.810 km.2 (sumada a los 3.867 km.2 de las islas australes Georgias del Sur y Sandwich del Sur) y un volumen cercano a los 40.000 km.3, el Acuífero Guaraní que comparte junto a Brasil, Uruguay y a Paraguay, es el tercer reservorio de agua dulce apta para consumo más grande del mundo. Y no solo eso, hay que recordar siempre que Argentina es un país bicontinental, y que en su enorme extensión en disputa sobre la Antártida (la que le daría una superficie total de 3.761.274 km.2) cuenta con las reservas de agua incontaminadas más grande del planeta. Así tan claro fue siempre que, mediante el Tratado Antártico celebrado en 1959 convirtieron al continente en una reserva científica prohibiendo la actividad militar y minera con fines comerciales hasta el 2048. Argentina fue el primer país en construir una base científica habitada en la Antártida en 1904. El tratado a su vez reconoce la disputa de soberanía además de nuestro país, que en los últimos años ha disminuido peligrosamente su influencia en el concierto antártico internacional, a Australia, Chile, Francia, Noruega, Nueva Zelanda y el Reino Unido, convirtiendo a este desierto de hielo en el lugar más global del planeta. Pero no solo es agua, según estimaciones en su subsuelo además existiría una reserva incalculable de recursos minerales e hidrocarburíferos entre 36.000 y 200.000 millones de barriles de petróleo y gas natural, además de la presencia en algunas zonas de kimberlita que anunciaría la posible existencia de diamantes.
El derecho humano al agua potable y al saneamiento fue reconocido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2010, este nuevo avance neoliberal de volver todo bien y derecho humano como transable financieramente, de literalmente mercantilizar la vida, puede llevar a quebrar economías regionales y destruir el tejido agrario profundizando la pobreza. Es una burla macabra que, en medio de la pandemia donde el agua cobra una nueva dimensión vital para enfrentar el virus, pase a cotizar en los mercados a futuro estadounidenses. Si hasta las vacunas del Covid-19 entraron dentro de la lógica «es la geopolítica estúpido», sabemos que más temprano que tarde esas experiencias de laboratorio financieras sobre las secas cuencas californianas, serán trasladables al resto de los países, sobre todo a nuestra América Latina, magnífico reservorio futuro de biodiversidad planetaria.