- Juan Pablo Trombetta
Moby Dick, en historieta. Por Javier Doeyo
A esta altura, mencionar que Moby Dick es una novela del escritor Herman Melville de 1851, que narra la travesía del barco ballenero Pequod comandado por un despótico capitán Ahab en una obsesiva y autodestructiva persecución de una gran ballena blanca; resulta tal vez, redundante. Todos hemos leído, en el colegio o no, este clásico absoluto alguna vez…
Igual, para algún despistado, contemos que la historia será narrada por Ismael, un joven con alguna experiencia en la marina mercante, que decide que su siguiente viaje será en un ballenero y que su travesía debe comenzar en Nantucket, Massachusetts, isla prestigiosa por su industria ballenera. Que entabla una estrecha amistad con el experimentado arponero polinesio Queequeg, y que ambos se enrolan en el ballenero Pequod con una tripulación conformada por las más diversas nacionalidades y razas; precisamente sus arponeros son el caníbal Queequeg, el piel roja Tashtego y el —descripto de una manera hoy políticamente incorrecta— «negro salvaje» Daggoo.
El ballenero Pequod es capitaneado por el autoritario capitán Ahab que revelará a su tripulación su objetivo primordial: que más allá de la caza de ballenas en general, ellos van por la persecución de Moby Dick, enorme leviatán que lo privó de su pierna y que se ha ganado la fama de causar estragos a todos los balleneros que, osada o imprudentemente, hubieran intentado darle caza.
La historia, se asegura, está basada en dos hechos reales: la tragedia del ballenero Essex de Nantucket, cuando fue atacado y hundido por un cachalote en 1820. Unos escasos ocho sobrevivientes vagaron por el océano Pacífico hasta la isla Henderson y fueron rescatados 91 días después y desembarcados en Valparaíso (Chile).
Y el caso del cachalote albino que merodeaba la isla Mocha (en Tirúa, Chile) en 1839, al que se llamó «Mocha Dick». El relato de este caso fue publicado en 1839 por la revista literaria neoyorquina Knickerbocker. Escrito por un oficial de la armada estadounidense, narra el enfrentamiento real de varios balleneros con un cetáceo albino, quién escapó incontables veces de sus cazadores durante más de cuarenta años, y por lo que llevaba varios arpones incrustados en su espalda. Según el oficial, para lograr matar a Mocha Dick se requirió la unión de distintos barcos balleneros de diversas nacionalidades, lo que seguramente haya inspirado a Melville a darle a la tripulación del Pequod sus orígenes en diferentes naciones.
Ahora, yendo a esta adaptación en historieta en particular, que haya un guionista (Saccomanno) y dos dibujantes en diferentes épocas (Durañona en los 60, y Enrique Breccia en los 70) tiene su explicación.
En noviembre de 1966 apareció el primer número de la Colección Altamira, una iniciativa del editor David Lypszyc que inició su publicación con La Isla del Tesoro —adaptación de la novela de Stevenson realizada por Hugo Pratt—, que continuaría con un volumen realizado por Arturo del Castillo —Los Tres Mosqueteros y El Hombre de la Máscara de Hierro—, y cuyo tercer volumen sería el Moby Dick de Durañona.
Según cuentan Trillo y Saccomanno en El Club de la Historieta en el Skorpio Nº 42 (de mayo de 1978), Durañona encaró la adaptación escogiendo los fragmentos que consideraba «más jugosos» para dibujarlos, y dejando espacios en blanco para los textos explicativos y los diálogos. Llegó a producir 22 páginas —en un formato de cuatro tiras por página, y para un inusual tamaño «gigante» de 27 x 35 cm—, que no continuó por la cancelación del proyecto luego de su primera publicación.
Una selección de esas planchas, fueron expuestas en la Bienal de Historieta del Instituto Di Tella en 1968, y luego de la partida del autor hacia los Estados Unidos, en diversas muestras y museos… Revelan los autores de la nota que alguna página se extravió en el periplo de muestras en las que participó, por lo que cuando Ediciones Record decidió rescatar es material para publicar (lo haría en Tit-Bits en 1978), sólo disponían de 21 de ellas. Y que se le propuso al autor de continuar la adaptación hasta terminarla. El autor aceptó a condición de volver a dibujar la obra desde el comienzo, exigencia que la editorial no admitió. Además, la inexistencia de los textos —perdidos o nunca realizados, no se sabe— determinó a la editorial a encargar la confección de los mismos al experimentado Guillermo Saccomanno quien, además, continuaría el guión hasta el final. Y designar al extraordinario Enrique Breccia para dibujar las 36 páginas finales.
Respecto a la primera parte de esta obra, sólo resta agregar que para su aparición en Tit-Bits, se redujo la medida de publicación al standard editorial de 17 x 22 cm. —lo que redundó en dibujos y textos muy pequeños—, se coloreó con tramas de color aplicado y se subsanó el faltante de la página perdida al ponerle los textos de cero. El trabajo del guionista en este caso es destacable, ya que trabajó «ceñido» a unos dibujos ya realizados más de una década atrás. Respecto a la segunda parte realizada por Breccia es poco lo que se pueda agregar. Enrique es lo más grande que hay.
Más tarde, en los 90, se reeditó la obra en el original blanco y negro y «casi en su totalidad». Sin el color agregado en los 70, pero sin la última página 21 publicada en Tit-Bits. Vaya uno a saber por qué…
Hoy, para esta publicación nos decidimos por «remontar» las planchas de Durañona a tres tiras por página, y poder así aumentar el tamaño de los dibujos y ganar espacio para los textos completos y claro, agregamos la desparecida página 21.
Porque, como escribe Herman Melville en su novela:
«Que Dios me salve de terminar cualquier cosa. Este libro no es sino un borrador; es más, el borrador de un borrador. ¡Oh, Tiempo, Fuerza, Dinero y Paciencia!».
Primero fue la novela. La escribió Herman Melville a mediados del Siglo XIX. En Los 60 David Lipszyc le encargó a Leopoldo Durañona que la dibuje. La imaginó para su incipiente colección Altamira, que no pasó del primer volumen… Quedó a medio hacer. Igual, después de exhibir lo realizado en la Bienal de Historieta del Instituto Di Tella en 1968, estas páginas se vieron en varias muestras de EEUU. Hasta que en los 70 la rescató del olvido Ediciones Record. Sin llegar a un acuerdo con el autor para terminarla, la editorial sumó a Guillermo Saccomanno para darle forma al guion, y al fenomenal Enrique Breccia para dibujar la segunda y final mitad de la obra.
La historia en historieta de la ballena más famosa del mundo, finalmente tiene su edición definitiva reunida en libro.