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  • Juan Pablo Trombetta

Nuestros vecinos. Nanny Cogorno, payaso

(Extraemos pasajes de una entrevista publicada en 2011 y que forma parte del libro Nuestros vecinos). Habla Nanny: Me crié en una casa sencilla de lo que hoy es la paquetísima zona de Lomas de San Isidro, rodeada de casas cada vez más imponentes; en mi casa siempre hubo total libertad con una sola condición: hacé lo que quieras pero estudiá, querés ser vago, bueno, pero estudiá para vago. Mis hermanos salieron todos profesionales, y yo salí esto, pero preparado. Arranqué en la Escuela Municipal de Arte Dramático, la formación actoral ayuda muchísimo en la formacion de un payaso, nos hacían leer un montón, analizar la obra, representarla; cuando empezás, la carrera de actuación te lleva a cosas inesperadas; a mí enseguida me atrapó el mundo del circo y las acrobacias, así que dejé la Escuela y me puse a laburar en las plazas de Buenos Aires hasta que me uní a un grupo de titiriteros y me vine para Villa Gesell, allá por el ‘93, ‘94. Aunque antes de llegar a Gesell estuve en Necochea, San Bernardo; en ese tiempo hacía tres funciones por día todos los días, tenía que diluviar para que suspendiéramos, eran tiempos en los que alcanzaba lo que juntabamos en la temporada para vivir todo el año. Después Nanny nos contó que en una de esas temporadas llegó hasta Mar de las Pampas y Mar Azul y se enamoró: a los dos días compré en cuotas muy bajas y comodísimas un terreno en el bosque de Mar Azul y a la semana empecé a construir una cabañita de quebracho. Ya llevaba tres o cuatro años en Mar Azul cuando vi que arrancaban con el anfiteatro en Mar de las Pampas.

En la charla cuenta que en cuanto empezó las presentaciones en Mar de las Pampas dejó de actuar en Villa Gesell: al principio actuábamos para 25, 30 personas, y despacito se fueron sumando más artistas a la grilla, y en eso quiero reconocer el laburo que hace Leo (Leandro Rescia), que es fundamental. Como es de imaginar Nanny tiene muchas anécdotas para contar, desde la última, el día anterior a la charla, en que se le quedó un diábolo enredado en los pinos y él advirtió no desesperen, lo bajamos con este otro, cosa que por supuesto terminó no con uno sino con los dos diábolos colgados del arbol. Me tuve que venir esta mañana a las ocho, porque cada uno de esos bichos cuesta un montón de plata, conseguir una escalera y trepar con un cagazo bárbaro preguntándome quá carajo hacía ahí arriba. Acá recordó sus estudios en la Escuela de Circo de San Pablo, en Brasil, cuando armaba las redes de contención y tomó conciencia de lo que hacían los trapecistas. También nos cuenta que aprendió a usar el diábolo y muchos otros artefactos, que la irrupción de internet ayuda muchísimo en su actividad para aprender a través de los videos, que participó en programas de Tato Bores y Jorge Guinzburg, que hacía las escenas de doble de riesgo aunque más bien eran extras, que sus hermanos le decían «vos vivís de vacaciones», que los artistas callejeros le hacen bien a la gente, son más necesarios que nunca...


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