No canta el pájaro para que lo escuchemos.
¡Qué bonito que cante porque sí!
María Cabanne
Un colibrí golpeó en la ventana. Salimos para saludarlo y volaba contento entre las ramas del Pino Grande. Después se alejó un poco y nos dijo. Pipipi, pi. Que en su idioma quiere decir vengan conmigo. Así que lo seguimos. Piripi. Más rápido, nos gritaba. Pero en la arena suelta y con las ojotas no podíamos correr. Nosotros no podemos volar. Cuando llegamos a Pangaré y Cruz del Sur se acercaron unos benteveos. Bicho feo, bicho feo cantaron amablemente para saludarnos. Picotearon las migas de unos scones que les dimos y dejaron de gritar.
Aparecieron unas cotorras verdes y chillonas. Eran muchas. Se adelantaban y regresaban a nuestro paso. El colibrí insistía Piripi. Piripi. Los benteveos saludaban otra vez, bicho feo, bicho feo. Y las cotorras crrrrr, crrrrr. Entonces llegaron unas tijeretas que se hamacaban en las cortaderas. Las torcazas u-uú u-uú qué divertido, repetían.
Trepamos el médano . El mar azul plateado apenas se movía. Una luna anaranjada y gigante crecía en el horizonte. Nos quedamos pasmados, quietos, felices y muy tristes. Teníamos piel de gallina. La respiración entrecortada. Nos empezamos a reír de nerviosos y rodamos médano abajo. Y tocamos el mar. El agua helada, la luna redonda y silenciosa. Los pájaros en las acacias. Pipipi-pi, bicho feo, bicho feo, piripi, crr,crr, fuiiifuiii-í, u-uuú, u-uuuú.