Si había alguien con quien me gustaba hablar de fútbol era con Gustavo. Todo lo transformaba en una cancha y en una pelota. Me rio solo cuando recuerdo que tenía colgada del cuello una pequeña “tango” horrible. No solo estaba desteñida sino que la cadenita que la sujetaba era corta. El pelado, como nos gustaba llamarlo, destilaba potrero aunque parecía un San Bernardo.
Las charlas siempre derivaban en lo mismo. Sus sueños y los míos. Yo daba vueltas por la abogacía y la docencia. Él hacía todo eso pero quería más que nada ir a un mundial y ver a Argentina campeón del mundo. Deseaba con todas sus ansias ver a Messi levantar la copa.
Cuando llegó el mundial de Brasil no dudó en decir adiós y tomarse el palo un mes seguido. No faltó a un solo partido. Creo que todos sabemos lo que pasó: nos robaron como tantas otras veces.
Mi vida fue desarrollándose y pasó el mundial de Rusia. Logré ser docente universitario, investigador e incluso me atreví a presentar un libro de literatura. Él fue padre de dos niñas tiernas y bellas. Su pareja una gran mujer. Vivían en una casa con un parque al fondo, donde podían apreciarse dos diminutos arcos de fútbol, uno sobre el césped y el otro en el borde de la pileta.
Trabajábamos en lugares distintos y cada tanto nos cruzábamos y poníamos al día. A veces un mate, otras un café. De tanto en tanto un buena pizza o asado. No era un gran asador pero le ponía voluntad. Moría con su receta de mucho fuego y la parrilla bien alta. “Palo y palo”, decía. En mi casa el asado siempre fue una ceremonia. Se hacía despacito y con pocas brasas. La carne tenía que ser tratada con suavidad y nunca lastimada. La sal casi al final, para no secarla. Después, siempre la misma disputa: lo que para unos era un manjar para otros era incomible. Se festejaba el jugo en una punta de la mesa y en la otra se decía que la vaca estaba viva. Si salía delicioso el mérito era del asador, cuando salía incomible la culpa era toda del carnicero. El vacío sí que era un problema, prácticamente un penal; no lo podías errar.
Qatar estaba a la vuelta de la esquina. Me llamó el pelado un día y me dijo que estaba preocupado, que necesitaba hablar sí o sí conmigo. Que yo era el único que podía entenderlo. Sinceramente no sabía que decirle. Yo ni siquiera tenía hijos. Me asustó un poco pero accedí. Nos reunimos en un bar de Lomas de Zamora. Hoy en una cuadra hay más cervecerías que casas. Las hamburguesas caseras son ricas pero con la birra artesanal se combinan temiblemente. Varias veces terminé herido.
Llegó ajetreado y nervioso, molesto con el clima festivo del mundial pero expectante. Pidió dos rojas y dos cazuelitas de maní. Se sentó y me miró a los ojos con furia. Sus piernas repiqueteaban en la banqueta. Jamás lo había visto así.
-¿Vos te acordás Gallego lo que pasó en el 2014? ¿podés dormir bien a pesar de todo?, preguntó ansioso.
-Cómo olvidarlo -comenté. Pero no me vas a decir que estamos acá, a esta hora, con el frio que hace, por lo que pasó en aquel mundial ¿me estás jodiendo?
-Para nada amigo. Aunque no lo creas desde aquella noche fatídica no dejo de tener una pesadilla recurrente. ¡Cómo explicarte!. El sueño arranca bien, las nenas, mi mujer, el perrito, la casa, todo. De repente estoy en ese estadio y el Pipa Higuaín le rompe el arco a los alemanes. Después Messi se gampetéa a tres tipos y la acaricia a un costado del palo y clava el segundo. Palacio, sí, el muerto de Palacio la acaricia por abajo y sentencia el final. Es todo una fiesta. La pulga levanta la copa y pum.
-Pum ¿qué?
-Me despierto, boludo. Me despierto y recuerdo todo lo que pasó. Hace ocho años, noche tras noche tengo el mismo sueño. Ya no sé que hacer. El psicólogo me dice que seguro tiene que ver con otra cosa con la cual asocio ese resultado. ¡Qué sé yo! Te juro que no doy más, Freud, Lacan y la concha de la lora. Y para colmo pienso que éste es el último mundial del enano con la diez y me agarra taquicardia. Si no sale campeón se me cae el mundo a la mierda, entendés. Te juro que quiero detener el tiempo hermano, que no comience este torneo.
-Gustavo, tenés dos nenas increíbles, una compañera de fierro, un laburo excelente y dos copas del mundo. Dejate de joder. Tomate dos birras más y anda a dormir. El mundo es algo más complejo para andar con estas trivialidades. Esto te pasa por no replantearte cuestiones existenciales. Hasta los sueños se te volvieron pelotudos.
-Tenés razón gallego, soy un boludo. No puedo reducir todo al fútbol. Cómo el futbol va a transformar en mi vida, es solo un deporte, un juego. Mis hijas son los más hermoso que tengo, doy todo por ellas. En fin, cómo estás vos, contame de tus cosas, perdón que ni siquiera te pregunté.
-Qué querés que te cuente de mi vida si Lanús está peleando el descenso. Ahí sí que me pego un corchazo. Si nos vamos a la B me voy a España.