Llega esta época del año y todos, pero todos, nos ponemos extraños. El exrañamiento del cierre, del inicio cercano como si la navidad o el año nuevo fueran a determinar así como así un cambio, un nuevo rumbo. Por qué no puede ser el 15 de junio, ¿por ejemplo? los humanos somos seres raros y las fechas condicionan mucho de lo que hacemos así que si todos se trasladara al 15 de junio sería igual pero con frazadas. Mayormente reniego de todos los día de... y voy fluctuando entre comprar hasta empalagarme las golosinas de la semana de la dulzura a no decirle feliz día a mi vieja... La navidad en mi familia es un hito, una piedra fundacional, el ritual más importante del año, el más divertido, sentido y especial. Y ayer murió Joan Didion, que le cantó a la pérdida y a la muerte y releyendola comprendo todo. las fechas, los encuentros, las conmemoraciones y celebraciones no son más que el reconocimiento, la total convicción (consciente o inconsciente) de que somos finitos, que estamos de paso, un soplo, un instante. Y entonces, tal vez, sean el memento mori de los cuadros; ese pequeño símbolo que te golpea en el hombro y te dice: ey, disfrutá mientras lo tengas, se termina, todo se acaba. Y así descubro que fui -soy- muy afortunada; tengo una familia hermosa, tuve un padre maravilloso al que disfruté casi 45 años, amigos -todos ustedes- y la plena convicción de que estoy de paso y que entonces mejor hago un poco de ruido mientras dure. Así que hoy, en honor a mi viejo, levanto mi copa por la «prima volta» y brindo por todos ustedes que me llenan de luz y alegría la vida... Y que me vengan a buscar...
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