Todas las culturas construyen su propio sentido a través del uso de símbolos.
La comunidad se dedica a comprenderlos, transmitirlos y utilizarlos. Las instituciones culturales, las artes y ciencias de una comunidad sea “primitiva” o moderna, constituyen organizaciones de símbolos complejas y sistematizadas que estructuran el comportamiento, el sentir y pensar básicos de los seres humanos.
Cada comunidad desarrolla una cosmovisión más o menos compleja.
Lo que hacen los símbolos es reunir e integrar las experiencias separadas de distintas personas y generaciones, a través de distintos momentos de su propia historia, acerca de su relación con el mundo en el que viven. A medida que su cultura se desarrolla, lo símbolos también lo hacen, algunos caducan, otros maduran, también están los que permanecen intactos en el transcurso del tiempo.
La mente del ser humano es condicionada en su proceso de individualización por la mente colectiva y las tradiciones de su cultura. Los símbolos ayudan al hombre a ver sentido en su existencia. En cada acontecimiento particular, encontrar el reflejo de procesos más vastos y cósmicos.
La astrología es un lenguaje de símbolos y funciona relacionando los movimientos en el plano astral con los sucesos que tienen lugar aquí en la tierra, desde donde se observa.
La gran afirmación de la astrología es Como es arriba es abajo y como es afuera es adentro.
Esto significa que todo está relacionado y que un movimiento aparentemente lejano no está aislado, de todo el resto de las cosas que suceden al mismo tiempo.
Nuestra vida en la tierra expresa el diseño del cosmos. Allí afuera en el manto de estrellas pareciera que todo es caos en una dimensión difícil de abarcar con el comprendimiento, sin embargo todo allí expresa un ritmo impecable y ordenado. Comprender el diseño del cosmos es comprender su orden.
“En un símbolo, la energía toma forma tanto como la forma expresa energía.
En nuestra carta natal, la cualidad del diseño de un momento del cosmos, toma forma vivencial en una experiencia humana, tanto como la experiencia concreta de nuestra vida expresa la energía de un diseño del cosmos.” - Alejandro Lodi
Cada uno de nosotros es el reflejo de un instante del cosmos. Esto se ve reflejado en un mapa astral específico, lo que podamos encontrar allí es el diseño o el orden que encarnamos. Es la percepción y el comprendimiento de cuál es la energía que nos convocó a la vida.
El orden astrológico, el orden de los sucesos aquí en la tierra y el orden de nuestras energías y vivencias psicológicas son distintas dimensiones de una misma realidad.
Nuestra percepción condicionada, por una cosmovisión que comprende el espacio como “exterior” se pierde la oportunidad que descansa en la correspondencia. Percibir estas dimensiones como separadas es construir barreras y disociarnos de la cuota misteriosa de la vida, sin embargo así no nos protegemos de su reflejo, solo evitamos reconocer lo que vincula a los sucesos. No percibir la relación no la deshace, sigue sucediendo, solo que lejos de lo que nuestra cosmovisión pueden reconocer y comprender.
Nuestra cultura esta hecha de símbolos que orienta nuestra percepción en un sentido individual y desconectado. Como si nuestras decisiones y consumos no tuvieran efectos en el mundo que habitamos, como si los fenómenos que suceden en estas otras realidades aparentemente paralelas no nos afectara profundamente.
Incuir en nuestra percepción otros sistemas de símbolos, enriquece nuestra mirada y nos sensibiliza con el mundo que habitamos. Cada vez que disolvemos fronteras nos volvemos permeables a la manifestación de correspondencias. Generamos reconocimiento con “lo otro”. Y desestructuramos una falsa seguridad que se propone desde nuestra aparente autodeterminación. El entramado del que formamos parte se vuelve evidente como un organismo vivo.