- Juan Pablo Trombetta
¿Sabés que yo también pago mis impuestos?
Sí, yo también pago todos mis impuestos. Igual que vos. Es cierto que eso me otorga ciertos derechos, pero también me genera ciertas obligaciones. No podés pedirle todo a las autoridades. Y si vos te desentendés de tus obligaciones lo que hacés es perjudicarnos a todos nosotros. Por ejemplo, respecto al servicio de recolección de la basura domiciliaria se hace difícil controlar a las aves carroñeras si no le ponés una tapa al recipiente de la basura. Además están las comadrejas, los perros y otros animalitos. Se hace muy difícil controlar a esos vecinos que dejan donde no corresponde los muebles de descarte de la temporada pasada. Para eso hay una batea en avenida del Plata, y vos, después de tantos años, lo seguís ignorando. ¿No te diste cuenta que el empleado del apart tiró esos muebles descartados fuera de lugar? ¿Sabés que pienso?. Pienso que sos cómplice aunque pagues los impuestos. Te parecés a esos que de regreso a casa tiran la botellita o el envoltorio de las papas fritas por la ventanilla del coche. Además, cuando salís a caminar por el bosque ¿no podés tener una actitud más empática y levantar ese telgopor tirado en el camino? Sí, ya sé que no es tu obligación y que para eso pagás los impuestos. Pero ¿sabés qué?, si fuera cierto que tus impuestos están mal administrados, yo me quedo con ese mal administrador al que puedo cuestionarle su trabajo, y no con vos que sos un individualista irrecuperable.
No es el único tema que nos preocupa. Cuando el primer gastronómico del centro comercial puso esa tira de lamparitas pensando con eso en atraer más clientes, y el de al lado quiso competir en lugar de hablarlo con su vecino para retirarlas, o plantearlo a las autoridades, comenzó una carrera de contaminación lumínica que no todos compartimos. Y luego fueron invadiendo el espacio público poniendo más mesas, más sillas y mamparas. Y el municipio miró para otro lado. Y la competencia se desmadró. Y el medio ambiente perdió esa imagen de aldea turística de vivir sin prisa.
También están aquellos turistas que con su auto, con todo su derecho a transitar lentamente, lo hacen por el medio de la calle. Sumamente correcto y entendible su gusto en ir despacio saboreando la belleza del bosque. Pero a lo que no tienen derecho es a hacerlo por el medio de la calle obstaculizando a los que estamos en situación de trabajo.
Y están esos otros que piensan que usar la música a todo volumen por una noche no es motivo de discordia. Es cierto. Por una noche sola. Pero para los que vivimos aquí, todas nuestras noches están compuestas de muchas de esas “una sola noche”. Como también cortar el césped en horarios poco prudentes. O dejar las alarmas de seguridad sin temporizar sonando toda la noche.
Esos vecinos deben ser seres muy semejantes a ese señor al que le llamaron la atención recordándole que está prohibido el uso de pirotecnia por una cuestión de seguridad, y respondió con ese, “si querés denunciarme”. Y no son muy diferentes de esos vecinos que usan las redes del sistema de seguridad, que solo son para temas de emergencias, para canalizar sus broncas y sus bromas. Son la misma cosa. Son esos mismos que creen que todos pensamos igual. Y no. No es así. Esos vecinos posiblemente piensen igual que ese senador que nos trató de país de mierda, pero ¿sabés qué? éste no es un país de mierda. Tampoco es un país chiquitito. Es un país que padeció muchas historias trágicas y con sectores que prefirieron mirar para otro lado o con sectores con mucha fragilidad de memoria. Pero yo no te voy a sugerir dejar el país. ¿Y sabés por qué no? Porque tener que dejar el país creo que es uno de los castigos más perversos que nos pueden pasar. Todos tenemos derecho a que nuestro país nos cobije. Y a plantear todos los cambios que vos consideres. Solo te pido que lo hagas con los métodos de la democracia. Que no te apartes de ello. Podés usar los medios de comunicación y las redes sociales. Pero no es ético que lo hagas con esa carga de destrucción que tienen tus discursos.
No quiero a esos vecinos que tienen más facilidad para la crítica que para el elogio. No quiero a esos vecinos que destilan odio por las redes. Como tampoco quiero a esos vecinos que responden también con odio. Que responden con odio más que con sugerencias. No. Definitivamente no quiero a ninguno de los dos. Definitivamente quiero a los vecinos que se comprometen. Que estén de un lado o del otro. No importa. Pero que se comprometan. Vivan o no en la zona. Pero que son capaces de caminar por el bosque o por la playa, y si ven alguna basura la recogen en silencio aunque paguen todos sus impuestos.