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Siempre estarás llegando. Por Edu Yañez

Hay pérdidas que son difíciles de aguantar, vacíos que perduran por siempre. No es justo que los mejores, los imprescindibles, se vayan tan pronto. En los últimos años habías saltado las pancreatitis como nuestro querido Bocha hacía con las patadas de los rivales, te recompusiste, estabas pleno, pero el golpazo de este domingo gris fue como el de Erbín, certero, traicionero.

Cada semana, cada reunión con la "pandilla", cómo te gustaba decir, era una fiesta. Charlas interminables: vida, libros, música, política, fútbol, y risas, muchas risas. Nunca lo dijimos, pero sospecho, otra palabra bien tuya, que una de las cosas que más te gustaban de esos momentos era sacarte un rato la pilcha del gran escritor, periodista, editor, y ser uno más. Cuando amaine un poco la tormenta y pase el sacudón nos prometimos, en tu memoria, intentar seguir riendo.

Tampoco lo dije pero me sale ahora, algo que admiré y que te pinta de cuerpo entero, es el amor que te tenían nuestras hijas, hijos, madres, padres, los dos extremos de la vida, quizás los más puros. Juanma no se animó a despedirte en el Pipach, prefiere recordarte con alguna imagen de las juntadas en casa, Viki se bancó el dolor como una campeona para estar cerca de Matu. No me animé a decírselo a mi vieja, tenía la esperanza de que no se entere, mantener la ficción como en “Good Bye Lenin”, pero a los pocos días me llamó llorando. La vida no siempre es como el cine.

Buen viaje amigo, aunque compartíamos la pasión por el rock, no sé porque en estos momentos me acuerdo de Pichuco y su Nocturno a mi barrio, “siempre estarás llegando”.


Abrazo, Edu


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