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Un cuento para mi amiga Morena: El señor Pipa y el delfín Pirulín. Por Juan Pablo Trombetta

El Señor Pipa vivía en una cabaña muy chiquita frente al mar. En la cabaña tenía muchos libros, una estufa con la que se calentaba y cocinaba. Como cerca había un bosque siempre tenía ramas secas. La cabañita estaba hecha con troncos, en lo alto de un gran médano. El Señor Pipa ya no era un hombre joven, pero tampoco era muy viejo, y todos los días se metía en el mar con su bote a remos para pescar... él comía los pescados y los que no se comía los cambiaba en el pueblo vecino por otras cosas como galletas, vino o algo de ropa.

Un día, cuando ya estaba bien lejo de la costa, de repente el cielo se empezó a llenar de nubes negras; todo se puso oscuro y en seguida se largó a llover muy fuerte; el viento levantaba olas enormes y el bote empezaba a ir de acá para allá; el Señor Pipa hacía lo que podía con sus remos para que el bote no se le diera vuelta. En un momento se hizo de noche... en el cielo brillaban los relámpagos y los truenos aturdían al Señor Pipa que ya no sabía cómo iba a hacer para volver a la playa, a su cabañita.

Cuando empezaba a asustarse, adivinen quién apareció... ¡El delfín Pirulín! Sí, el delfín Pirulín era muy bueno y se puso a dar vueltas alrededor del bote, a las carcajadas como todos los delfines, hasta que por fin dijo:

—¡Hola Señor Pipa! ¡No te preocupes, yo te voy a ayudar a salir de la tormenta!

—¡Gracias delfín Pirulín!

—¡Sólo tenés que seguirme!

Entonces el delfín Pirulín le mostró el camino entre las olas y el Señor Pipa se esforzó para remar y remar hasta que de pronto... ¡Se acabaron los rayos y los truenos y las olas enormes! ¡También dejó de llover y las nubes ya no tapaban el sol!

—¡Muchas gracias, delfín Pirulín, me has salvado!

—¡Por nada, Señor Pipa! A los delfines nos gusta ayudar a los pescadores cuando los sorprenden las tormentas...

—¡Mañana volveré! —dijo el Señor Pipa— Y voy a traer galletitas y cosas ricas para que compartamos ya que desde ahora seremos grandes amigos.

—¡Claro, Señor Pipa! Pero ahora apurate que te espera una larga remada y no sea cosa que se haga de noche.

—¡Es verdad! ¡Gracias otra vez y hasta mañana!

Entonces el Señor Pipa remó y remó y remó, y antes de que oscurciera del todo llegó a la playa. Dejó el bote debajo de la cabañita, que estaba construida sobre una gran base de madera, entró rápido, agarró un fósforo para encender la estufa, que siempre estaba preparada con papel y ramas secas. También prendió dos velas para alumbrarse, puso un jarro con agua arriba de la estufa, se sacó la ropa mojada, se secó, se puso calzoncillos largos, un camiseta muy abrigada, un pulóver y un gorro de lana. Con el agua calentita se hizo un té y después una sopa. Se metió en la cama y, como todas las noches, agarró un de sus muchos libros. Como estaba muy cansado leyó poco, dejó el libro y sopló las velas para apagarlas bien. Se tapó con una manta y casi en seguida durmió.

Al otro día se encontró con su amigo el delfín Pirulín y comieron galletitas.


(Pintura de Viviana Olivetto)

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