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Un tal Juan. Por Josecholi (Josefina Trombetta)

(Nota publicada en julio 2021, en la edición que dedicamos a nuestro amigo Juan Forn)


Qué difícil se hace sintetizar la escritura para hablar de alguien de quien hay tanto para decir. Y eso que no pienso ni sé cómo hablar sobre Juan Forn escritor, no tengo idea (él lo sabía).

Un día llegó a nuestra casa un tal Juan, estaba recién separado y se quedaría a vivir con nosotres por unos meses hasta que pasara la temporada. Intento recapitular esa convivencia para ver qué pasó entre su llegada y el momento en que ya éramos amigues, pero no hubo tiempo, casi enseguida ya estaba sumergido en el delirio de esta casa -no tenía idea dónde se había metido- y ya construía un vínculo con cada integrante.

A los pocos días ya todes entendíamos perfectamente su rutina: de lunes a jueves aproximadamente pasaba el día encerrado en su espacio escribiendo la contratapa de los viernes. Nadie podía entrar a romperle las bolas; salía para comer y volvía a guardarse. Hasta que llegaba el momento de mandarla: ahí salía con una cara especial, la de la contratapa terminada.

Pero dije que lo que quiero escribir no es sobre Juan el que escribe, sino de Choli, el tío y amigo de todo este grupo de jóvenes marpampeanes que hoy está partido al medio de tristeza. Era de esos grandes que son aceptados y bienvenidos; él se sabía canchero y copado, no desentonaba. Era el mejor plan que estuviera entre nosotres. Eso sí, no hasta muy tarde, porque se dormía re temprano.

Se ve que eso de ser escritor le daba la facilidad de fabular e inventar historias sin parar, le agragaba datos de color a cualquier cosa que contara con tal desfachatez que llegaba un punto en que se le iba la mano. Él y yo teníamos un código: yo no podía exponerlo si me daba cuenta de todos los extras que le estaba agregando a la historia. Mucho no lo respetaba, ¡qué placer ver y escuchar esa risa pícara cuando nos reíamos por lo que acababa de hacer!. Es que llegaba un punto en el que él mismo se creía la historia que estaba inventando sobre la marcha.

Juan sabía que en nuestra casa tenía todo permitido: gastar a papá (si era con Gloria de cómplice, mejor), pedir la comida o la torta que se le ocurriera, pedirme que arreglara el mate sabiendo que me daba paja pero que le iba a decir que sí, sentarse en el lugar de cualquiera de nosotres sabiendo que nadie le iba a decir que se cambiara -solo él lograba esto último-. También sabía que podía decir delante de mis hermanes que yo era su favorita y que elles se iban a reír. A mí se me inflaba el pecho, obviamente. Por suerte él sabía también que era y será siempre mi favorito. Ahora que me doy cuenta tampoco me va a hacer más los mejores regalos de cumpleaños del mundo mundial. Juan Forn no solo era todo eso que dicen para la Literatura, era también la persona que hacía los mejores regalos, sin excepción. Todavía tengo en mi teléfono las ocho fotos de todos los lugares que recorrió en Gesell para encontrar el pijama que yo quería en mi último cumpleaños (de más está aclarar que lo encontró). Igual Matu ya me dijo que ella se va a encargar de los mejores regalos del mundo mundial, es casi tan buena como él para eso.

“-Choli, ¿me prestás el auto para ir a pilates?”, “-Choli, voy un rato a tu casa, mis papás estan infumables” “-Choli, ¿tomamos mates?”. Sí, sí y siempre sí. Siempre ahí, dispuesto. No solo a dar una mano en momentos importantes, sino a estar para las cosas sencillas, en lo cotidiano. Y ahí, Choli de mi vida, es donde más me duele tu ausencia. Qué difícil es ir por la vida tratando de entender que no estás. Que no vas a llegar a tomar mates, que no me vas a mandar fotos de tus zapatillas nuevas preguntándome: “¿Te gustan? Son re para mí, feliz.” dice uno de los últimos mensajes de nuestro chat.

Desde el domingo que siento la necesidad de hablar con Choli para contarle que se murió Choli. Era de esas personas que diría las palabras que sanan y te hacen sonreír.

Choli, hace muy poquito me dijiste que el invierno pasado compartido en Mar de las Pampas para vos fue una yapa de la vida. Pero déjame decirte que la vida con mi yapa se pasó, me permitió compartir todos estos años con la persona más especial que conocí.


Te quiero tanto tanto.


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